martes, 21 de junio de 2011

¿A QUIÉN INTENTAS AGRADAR HOY?

Una vez, un joven estudió violín con un maestro de renombre mundial.
Trabajó arduamente durante varios años para perfeccionar su talento y al fin llegó el día cuando se le pidió que diera su primer importante recital en público, en la gran ciudad donde vivían ambos, él y su maestro.
Luego de cada selección que él presentaba con gran habilidad y pasión, el violinista parecía receloso ante los grandes aplausos que recibía, aun sabiendo que aquellos en la audiencia eran astutos en la música y no dados a aplaudir presentación alguna que no fuera de calidad superior.
El joven actuaba como si no pudiera escuchar el aprecio que era derramado sobre él. En el cierre del último número, los aplausos fueron estruendosos y se escucharon numerosos Bravos.
No obstante, el talentoso joven violinista tenía sus ojos fijos en un solo lugar.
Al fin, cuando un anciano en la primera fila del balcón sonrió y asintió con su cabeza en señal de aprobación, el joven se calmó y brilló con alivio y gozo.
¡Su maestro había alabado su trabajo! Los aplausos de miles no significaron nada hasta que él ganó la aprobación del maestro.
Yo te pregunto mi querido lector ¿A quién intentas agradar hoy? Porque nunca podrás agradar a todos, pero sí a Aquel que es más importante, tu Padre Dios. Por eso mantén tus ojos en él y no fracasarás.

JUZGAR A MI PROJIMO Uno de los monjes del monasterio de Sceta cometió una falta grave, y llamaron al ermitaño más sabio para que se ocupara de juzgarlo.
El ermitaño se negó, pero insistieron tanto que terminó por aceptar. Antes, sin embargo, tomó un balde y lo perforó en varias partes; después, lo llenó de arena y se encaminó para el convento.
El superior, al verlo entrar, le preguntó qué era aquello.
-Vine a juzgar a mi prójimo –dijo el ermitaño. –Mis pecados se van escurriendo detrás de mí, como la arena se escurre de este balde. Pero, como no miro para atrás, y no me doy cuenta de mis propios pecados, ¡aquí estoy para juzgar a mi prójimo!
Los monjes, en ese mismo momento, desistieron del castigo.

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