martes, 21 de junio de 2011

UN SOLO HOMBRE

Hubo una vez un hombre que nació en un pueblo casi desconocido, hijo de la sencilla esposa de un humilde carpintero.
Trabajó en una carpintería hasta los treinta años, y entonces, durante tres años, fue un predicador ambulante.
Jamás escribió un libro, ni ocupó cargo alguno, jamás tuvo casa propia y jamás puso pie dentro de una gran ciudad.
Jamás se alejó trescientos kilómetros de donde nació.
No tenía más credenciales que su propia persona. No tuvo nada que ver con asuntos de éste mundo, a excepción de la influencia que ejerció sobre las almas. Siendo aún un hombre joven, la marea de la opinión popular se le volteó.
Sus amigos huyeron de su lado; uno de ellos lo negó. Otro de ellos lo entregó a sus enemigos. Soportó la burla de su juicio.
Fue bajado de la cruz, y colocado en un sepulcro prestado gracias a la merced de un amigo.
Veinte siglos han pasado desde entonces, más hoy, EL constituye el núcleo espiritual de la raza humana y es el líder de la columna del progreso.
Y quedamos anonadados al darnos cuenta, de que todos los ejércitos que jamás hayan marchado, de que todos los parlamentos que jamás hayan sesionado, y de que todos los reyes que jamás hayan regido, ¡ T O D O S ! Conjuntamente, nunca han afectado la vida del hombre sobre ésta tierra, tan profundamente como lo hiciera durante los treinta y tres años de su breve vida. ¡ UN SOLO HOMBRE !


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