martes, 21 de junio de 2011

ZAPATOS PARA IR CON JESUS

Solo faltaban cinco días para la Navidad. Aún no me había atrapado el espíritu de estas fiestas. Los estacionamientos llenos, y dentro de las tiendas, el caos era mayor. No se podía ni caminar por los pasillos. ¿Por qué vine hoy?, me pregunté.
Me dolían los pies lo mismo que mi cabeza. En mi lista estaban los nombres de personas que decían no querer nada, pero yo sabía que si no les compraba algo se resentirían. Llené rápidamente mi carrito con compras de último minuto y me dirigí a las colas de las cajas registradoras. Escogí la más corta, calculé que serían por lo menos 20 minutos de espera.
Frente a mí había dos niños, uno de 10 años y su hermana de 5. Él iba mal vestido con un abrigo raído, zapatos deportivos muy grandes, probablemente 3 tallas más grandes. Los jeans le quedaban cortos. Llevaba en sus sucias manos unos cuantos billetes arrugados. Su hermana iba vestida parecido a él, sólo que su pelo estaba enredado. Ella llevaba un par de zapatos de mujer dorados y resplandecientes.
Los villancicos navideños resonaban por toda la tienda y yo podía escuchar a la niñita tararearlos. Al llegar a la caja registradora, la niña le dio los zapatos cuidadosamente a la cajera, como si se tratara de un tesoro. La cajera les entregó el recibo y dijo: son $320. El niño puso sus arrugados billetes en el mostrador y empezó a rebuscarse los bolsillos. Finalmente contó $120. Bueno, creo que tendremos que devolverlos, volveremos otro día y los compraremos, añadió. Ante esto la niña dibujó un puchero en su rostro y dijo: "Pero a Jesús le hubieran encantado estos zapatos". Volveremos a casa trabajaremos un poco más y regresaremos por ellos. No llores, vamos a volver.
Sin tardar, yo le completé los $200 que faltaban a la cajera. Ellos habían estado esperando en la cola por largo tiempo y después de todo, era Navidad. Y en eso un par de bracitos me rodearon con un tierno abrazo y una voz me dijo, muchas gracias señor.
Aproveché la oportunidad para preguntarle qué había querido decir cuando dijo que a Jesús le encantarían esos zapatos. Y la niña, con sus grandes ojos redondos, me respondió:
"Mi mamá está enferma y yéndose al cielo. Mi papá nos dijo que se iría antes de Navidad para estar con Jesús. Mi maestra de catecismo dice que las calles del cielo son de oro reluciente tal como estos zapatos. ¿No se le verá a mi mamá hermosa caminando por esas calles con estos zapatos?"
Mis ojos se inundaron al ver una lágrima bajar por su rostro radiante. Por supuesto que sí, le respondí. Y en silencio, le di gracias a Dios por usar a estos niños para recordarme el verdadero valor de las cosas.


¿Y SI NO HUBIERA DIOS?

Cierto día un sacerdote católico viajaba en la ciudad de Roma en tren en ese momento el viajaba solo, de pronto se abrió el compartimiento en que viajaba y entraron dos jóvenes vestidos de una manera estrafalaria el olor que despedían era insoportable sus cabellos no conocían lo que era un peine llevaban aretes por todas partes de su cuerpo y en las orejas audífonos conectados a un reproductor de música cada uno.
Por un momento miraron al sacerdote (que se identificaba por su atuendo) y cambiándose miradas burlonas uno de ellos quitándose los audífonos le dijo así:
Oiga Padre si después de hacer toda su vida cosas buenas muriera y se encontrara con que Dios no existe ¿no cree que habría desperdiciado toda su vida?
El sacerdote con calma le contestó: quizás si habría desperdiciado 50, 80 o 100 años no sé cuantos me concederá Dios. Pero si existiera tú saldrías perdiendo más pues habrías perdido toda la eternidad sin estar con Dios.
El joven volvió a ponerse sus audífonos y prosiguió escuchando su música PORQUE MUCHOS SERÁN LOS LLAMADOS Y POCOS LOS ESCOGIDOS

YO TEMIA…


Temía estar solo
hasta que aprendí a disfrutar de mi propia compañía,
Temía fracasar
y me di cuenta que es la mejor oportunidad para aprender,
Temía a lo que opinaran los demás y reconocí que lo importante es mi opinión acerca de mí mismo,
Temía la ingratitud y encontré que el dar era mi regalo,
Temía que me rechazaran y reconocí que la mayoría de los rechazos están en mi propia exageración,
Temía el dolor hasta que aprendí que yo podía retenerlo o soltarlo,
Temía a la verdad y descubrí en ella la oportunidad de liberarme,
Temía a la muerte hasta que aprendí a vivir con plenitud cada instante,
Temía al resentimiento hasta que me di cuenta que es a mí a quien hace daño,
Temía el ridículo hasta que aprendí a reírme de mí mismo,
Temía envejecer hasta que encontré que cada estación tiene su encanto,
Temía al pasado hasta que reconocí que todo fue perfecto,
Temía al cambio hasta que encontré que en él estaban mis tesoros del futuro.

YO SE PORQUE LO HAGO

Escucha lo que le pasó a un filósofo:
Un día, se acercó a un pescador y entabló con él el siguiente diálogo: -¿Para qué pesca usted?
-Vaya una pregunta... Para sacar peces.
-¿Para qué? -Para venderlos -¿Para qué? -Para vivir.
-¿Y para qué vivir? - ¡Para pescar!
Poco conforme con esa respuesta, el filósofo se alejó, y viendo a un labrador, le preguntó: -¿Para qué trabaja la tierra?
-Para sembrar. -¿Para qué?
-Para poder comer. -¿Para qué comer?
El labrador le miró con desdén, y sin responder, continuó su trabajo. Andando, vio un niña que juntaba flores y, acercándose, le preguntó:
-Dime, niñita: ¿para qué juntas esas flores?
-Para ofrecérselas a la Virgen.
-¿Para qué? -Para que me ame y me bendiga.
-¿Para qué? -Para que después de muerta, ¡me lleve con ella al cielo!
Ante esta respuesta, el filósofo ya no preguntó más.
-¡Por fin he encontrado alguien que sabe por qué hace las cosas! Es curioso. Muchas personas se afanan y trabajan para ganar dinero, más y más dinero, y lo único que consiguen es estar cada día más preocupados. ¡Y no son felices! Entonces, ¿para qué le sirve?


YO… PERDONO

Durante la guerra de la independencia de los Estados Unidos un hombre fue condenado a muerte por alta traición. Un soldado que se había señalado por sus grandes acciones heroicas se acercó a Jorge Washington para suplicarle que perdonara a aquel hombre que estaba condenado a morir. Washington le contestó de esta manera: Siento mucho no condescender a la súplica que usted me hace por su amigo, pero en esas condiciones no es posible. La traición tiene que ser condenada a muerte. El suplicante repuso: Pero si es que yo no le suplico por un amigo sino por un enemigo.
El general reflexionó por unos instantes y luego le dijo: ¿Me dice usted que no es su amigo sino su enemigo? Este le contestó: Sí, es mi enemigo. Me ha injuriado, me ha causado grandes males. Washington le dijo con voz pausada: Esto cambia el cuadro de la situación. ¿Cómo puedo rehusar la súplica de un hombre que tiene la nobleza de implorar el perdón para su enemigo? Y allí mismo le concedió el perdón.
Es alma grande la que ama a todos, pero en especial a los enemigos y está dispuesta a dar la sangre por ellos. “No tenéis derecho a verter la sangre de vuestro enemigo. Podéis verter vuestra sangre hasta la última gota; pero la del enemigo, jamás” (Mahatma Gandhi).
Jesús también nos dejó un mandamiento de no violencia: el de amar como El nos amó, hasta el sacrificio, hasta la donación total de sí mismo. Este amor tiene dos exigencias muy especiales: amar a todos y amarlos siempre. “Amen a sus enemigos; hagan el bien a los que les odian; oren por los que les calumnian” (Lc 6.28). “Al que le hiera en una mejilla, ofrézcale también la otra; a quien le quite el manto, no le niegue la túnica” (Lc 6.29).
Dios es amor, y porque es amor, perdona siempre. José Luis Cortés dibujó una viñeta en que un ángel le preguntaba a Dios: “Y tú, que nunca duermes, que vives desde la eternidad, ¿no te aburres? ¿Qué haces todo el tiempo? A lo que Dios responde: “Yo… perdono”.
El oficio de Dios es amar, perdonar. La tarea de la persona humana es amar, perdonar siempre y a todos, incluso a los enemigos. San Pablo invita a revestirse de la misericordia, mansedumbre, bondad y paciencia de Dios para poder perdonar. Y quien ama, al estilo de Dios, dice: “no busca lo suyo, todo lo espera, todo lo tolera” (1 Cor. 13 4-8).


YO NO ENTIENDO A LA GENTE GRANDE

Yo no entiendo a la gente grande ...
Porque tapan la luz del Sol. Quitan las flores de las plantas para dejarlas marchitar en un jarrón y enjaulan a los pajaritos. Porque han pintado todas las cosas de gris y han llenado el cielo de antenas y chimeneas.
Yo no entiendo a la gente grande ...
Porque se creen importantes, por el sólo hecho de ser grandes. Porque no me dejan caminar descalzo, ni chapotear en la lluvia. Porque me compran juguetes y no quieren que los use porque se rompen.
Yo no entiendo a la gente grande ...
Porque le han puesto nombre difícil a las cosas sencillas. Porque se pegan entre ellos o pasan la vida discutiendo. Porque quieren empleos importantes y pasan la vida sentados en sillas.
Yo no entiendo a la gente grande ...
Porque no sienten el placer de perder el tiempo mirando alrededor y son incapaces de dar vueltas en un carrusel. Porque cuando me porto mal me amenazan con una inyección y cuando me enfermo, me dicen que una inyección me va a poner bien.
Yo no entiendo a la gente grande ...
Porque quieren que coma con horarios y no cuando tengo hambre. Porque cuando pregunto algo no me contestan, porque soy muy chico y cuando pido un chupete, me dicen que soy un grandulón.
Yo no entiendo a la gente grande ...
Porque siempre se hacen los lindos o serios. Porque dicen mentiras y ellos mismos no se las creen. Porque cada vez que mienten me doy cuenta y sufro mucho.
Yo no entiendo a la gente grande ...
Porque me dicen miedoso y ellos me hablaron de cuco y fantasmas. Porque me piden que sea buenito y me regalan cosas, que no necesito, porque a los niños de sus amigos les compraron. Porque han llenado la casa de cristales, porcelanas y cosas que
se rompen y ahora resulta que no puedo tocar lo que veo.
Yo no entiendo a la gente grande ...
Porque perdieron las ganas de reír, correr y saltar. Porque olvidaron las cosas que tanto les gustaba de chicos. Porque
antes de divertirse le piden permiso al reloj.
Yo no entiendo a la gente grande ...
Porque cuando hago algo malo, me dicen: ¡no te quiero más! ... y tengo miedo de que me dejen de querer en serio


VUELO DEL ALMA

Cuando el camino se hace cuesta arriba, NO LO DEJES.
Cuando las cosas andan mal, como a veces sucede, NO ABANDONES.
Cuando no consigas resultados, y se sumen los problemas, NO TE RINDAS.
Cuando quieras sonreír y sólo puedas suspirar, NO TE CAIGAS.
Cuando la suerte te sea adversa y no encuentres fuerzas para seguir, NO RENUNCIES.
Cuando no encuentres compañeros de lucha, NO TE APURES.
¡Hay manos que sostienen las tuyas!
Cree y Siente en cada minuto de tu vida, deja que tu alma " vuele libre "
por los jardines hermosos de la confianza en algo superior que llega donde nuestra visión no puede alcanzar, pero sí nuestro corazón puede sentir.
¡Tu alma desea estar libre para darte fuerza y estímulo! ¡INTENTA!
Cierra los ojos por algunos minutos y deja tus pensamientos volar por sitios de amor.
No podemos cambiar el mundo, ni quitar todo el dolor de la tierra,
ni tener ya resueltos todos nuestros problemas, pero podemos a cada minuto mirar con ojos del amor a cada cosa.
Si pensamos que todo es pasajero, miraremos con cariño lo negativo
que te encamina a la elevación y perfección, y luego observaremos con felicidad el cambio del mal en bien, de tristezas en alegrías.
Lo que hoy nos hace sonreír fueron las cosas que nos hicieron llorar ayer.
Nuestras faltas de hoy también son las alegrías de mañana.
Las personas se van, los amores se pierden en el tiempo, los problemas se solucionan, hasta el mismo sol se va cada noche para renacer al día siguiente... no te quedes en el medio del camino porque allá, adelante... ¡¡ algo te espera !!


VOY DE PRISA

“Voy de prisa porque la vida es corta y tengo muchas cosas que hacer. Cada uno trabaja a su manera y hace lo que puede”. Así se expresaba Voltaire preso por el frenesí que le llevaba a escribir tragedias en quince días. Así vive mucha gente o, mejor dicho, no vive porque quiere beber toda la vida de un solo trago.
La prisa, la velocidad son regalos de nuestra sociedad tecnificada. Así, la prisa se ha convertido en uno de los rasgos más característicos de nuestra manera de pensar, de hablar y de vivir. Llevamos la rapidez en nuestras venas, como si la vida resultara demasiado corta, y quisiéramos apurarla en cada momento viviendo con ansiedad y preocupación. La preocupación nunca roba su tristeza al mañana, sólo le resta fortaleza al hoy. Así no vivimos, quemamos etapas y podemos ser fácil presa del infarto.
Vivimos en el tiempo del microondas, de lo fácil, de lo rápido. No podemos vivir en la inactividad; preferimos la actividad sin descanso, aunque no tenga sentido. No es nuestro tiempo apto para construir murallas, pirámides y catedrales. Y como no edificamos con bases sólidas, fácilmente se derrumba todo lo hecho y se vienen abajo nuestros proyectos.
Sin envidiar el pasado, sí tendríamos que echar una mirada retrospectiva y aprender de nuestros antecesores, maestros del sosiego, de la contemplación. Es saludable no perder la capacidad de disfrutar de las cosas pequeñas, de lo bueno que nos acontece cada día y admirar las maravillas que hay en la naturaleza, que es maestra del trabajo, de no adelantar el tiempo y las estaciones. Hacerse un roble, una caoba, una persona... lleva su tiempo. Miles de años se necesitan para alumbrar una nueva especie.
El futuro no es problema del hoy. No hay que ser aprensivo acerca del futuro. Lo que ha de venir está en las manos de Dios. “No os preocupéis del mañana... Cada día tiene bastante con su tarea” (Mt 6,34). Es importante mentalizarse para vivir al día, sin esperar resolver todos los problemas al mismo tiempo.
Es necesario cambiar nuestros hábitos de pensar, hablar y actuar alocadamente, pues “si no cambiamos nuestro rumbo, probablemente lleguemos a donde nos dirigimos” (proverbio chino). Y muchas veces nos dirigimos a nuestra autodestrucción.
Es necesario, pues, sacar tiempo para el descanso, para mirar las estrellas, los amaneceres y atardeceres. Es preciso sacar tiempo para orar, pues ésta es la queja de mucha gente: “No tengo tiempo”. No tengo tiempo ni siquiera para orar, porque son muchas las obligaciones, el trabajo, los compromisos sociales, el estudio...
No hay tiempo tampoco para ofrecer una sonrisa, un consuelo, escuchar a alguien... Si dependiera de nosotros, no tendríamos tiempo para morir; pero la enfermedad y la muerte no nos avisan, y cuando llegan tenemos que dejar todo lo atrasado y todo lo que podríamos hacer.
Es bueno pensar y pensar despacio. Es mejor aprender a hablar despacio. Es estupendo comenzar de nuevo como un niño a dar los primeros pasos, a dar el tiempo a cada cosa y a cada lugar... No hay que tener prisa, pues lo que sembremos lo tendremos por toda la eternidad.
Una vez más, para poder cambiar nuestra manera de pensar, de caminar y de actuar, necesitamos la ayuda de quien vive desde toda la eternidad y no tiene ninguna prisa, pues le queda aún todo el tiempo por delante.


VOLVER A SER NIÑO

Si quieres volver a ser niño, cualquiera que sea tu edad ahora, basta que lo desees intensamente y yo te aseguro, que podrás lograrlo.
Tendrás, eso sí, que reacomodar prioridades, esas que a veces quitan el sueño, y despojarte de tantas trivialidades que hoy privilegias como trascendentes y verlas con una mirada diferente, como un día lo hiciste en tu infantil inocencia, y asombrado te encontrarías ante tantas sorpresas, que tu mente y tu corazón pensarán cuán desviados estaban de la ruta original que constituyó tu alegría de vivir, cuando fuiste niño.
Tendrás que aceptar, por ejemplo, y a pesar de la risa burlona de tus amigos, que los ángeles existen, aunque los hayas visto sólo en sueños. Veras que tus manos son más pequeñas y por ello todavía necesitan de otras que las guíen y las sostengan, pero que a pesar de eso representan la esperanza del mundo, y expresarías con gozo que tu padre, es la persona más sabia del universo entero, y tus amigos, el horizonte de tu felicidad.
Podrás comprender claramente porqué el regazo de una madre es el más tibio y bello, porque de él procedes y es incondicional. Lo que no podrás decir de otros que más tarde te ofrecerán abrigo.
Verás sin molestia, que en tu camino no existe todavía la ambición, que las modas aún no te seducen y que el juego existe tan sólo por el placer de jugarlo. Qué la idea del éxito aún es incluyente y no sofisticada y que la sencillez de tu mente, aún no contaminada por el espejo social, no contempla dobleces, ni la absurda decepción que experimenta el adulto por no crecer tan rápido como quisiera.
Comprenderías, sin entenderlo cabalmente todavía, por qué la amistad es el vínculo que nos domestica; cuál es la verdadera razón de su búsqueda sistemática de cariño, que tiene sus raíces en el corazón y sabrías cómo la solidaridad es posible, porque requiere tan sólo de una sonrisa.
Quizá contemplarías asombrado cómo los adultos aún pelean por dinero, las posesiones, el poder y la vanidad. Y cómo por ello su mirada se ha vuelto opaca para distinguir lo esencial de lo que no lo es.
Pero si decides volver a ser niño, tendrás la satisfacción, ahora consciente, de percibir claramente todo aquello que disfrutaste en plenitud un día cuando lo fuiste. Que te amarán por lo que eres y no por lo que produces, que tu sonrisa será la recompensa más anhelada; que dormirás plácidamente en tu frágil inocencia; que no sentirás miedo a la muerte ni al porvenir y no tendrás que atesorar para un retiro aún inimaginable.
Si te decides a ser niño de nuevo, el mundo no tendría guerras, el fundamentalismo no tendría cabida en nuestra tierra, se premiaría la sencillez y no el rebuscamiento y se apostaría sin titubeos a la felicidad común con la certeza de que fuimos creados para encontrar en los demás la semejanza que nos conduce al verdadero éxito, que es el reconocimiento de la propia filiación divina, por la que finalmente entendemos que todos, somos hermanos.
Un filósofo, dijo alguna vez, que si de verdad queremos comprender al amor, deberíamos volver a ser niños, porque en ellos no hay recelos, ni dudas sino sólo espontánea naturalidad en el abrazo y la ternura. Tal vez, por ello Cristo afirmó que si no nos hacemos como niños, no entraremos en el Reino de Dios. Cuando un doctor de la ley le preguntó cómo podría ser aquello, puesto que no podemos entrar en el seno de nuestra madre y volver a nacer, Cristo, sólo sonrió ante semejante pregunta, pero reiteró la necesidad de ese nuestro renacimiento. En realidad, volver a ser niño no consiste en lo que el sabio doctor interpretó.
Es simplemente ver con mirada transparente la belleza de un mundo que nuestra necedad ha convertido en esa cadena de egoísmos que sólo es capaz de construir el lado oscuro del corazón del hombre. Pero quizá, la razón más valida de por qué debemos volver a ser niños es que finalmente es cierto, que no son los adultos los que hacen adultos a los niños. Son los niños lo que hacen adultos a los adultos.
Y ahora dime, ¿quieres volver a ser niño?



VIVIR AGRADECIDOS

En lo más álgido de la segunda guerra mundial, cuando sobre la ciudad de Londres, llovían las bombas alemanas, uno de los grandes diarios editorializaba de la siguiente manera:
“Hemos sido un pueblo amante del placer, deshonrando el día del Señor, paseando, bañándonos en el mar; ahora las playas han sido abandonadas, no hay días de campo ni baños en el mar. Hemos preferido pasear en automóvil en lugar de ir a la Iglesia; ahora no podemos ni conseguir gasolina. Hemos cerrado nuestros oídos al toque de las campanas que nos llaman al culto, ahora las campanas no pueden tañer, excepto para advertirnos el peligro de la invasión. Hemos dejado los templos vacíos cuando debieron estar llenos de adoradores, ahora se encuentran en ruinas. Hemos desoído el mensaje acerca de los senderos de paz, ahora estamos forzados a escuchar acerca de las incitaciones de la guerra. Hemos negado el dinero para la obra del Señor, ahora tenemos que entregarlo al estado para los gastos que ocasiona la guerra y los altos precios, en todo. El alimento por el cual olvidamos dar gracias a Dios, ahora se nos hace muy difícil obtenerlo. Los servicios que hemos rehusado prestar al Señor, ahora se nos fuerza a prestarlos al esfuerzo de la guerra. La vida que rehusamos poner bajo la dirección de Dios, ahora está bajo el control de la nación”.

En cualquier examen de conciencia nos damos cuenta de lo que podíamos haber hecho y no hicimos. Hemos amado el placer, hemos cerrado los oídos a la voz de Dios, La vida que rehusamos poner bajo el servicio de Dios, está ahora bajo otro señor: la guerra, la muerte. Cuando esto sucede, descubrimos el potencial del bien y del mal que hay dentro del corazón humano.
Rubén Darío nos habló del lobo de Gubia, que Francisco de Asís convirtió en animal manso y dócil. Por obediencia al santo, dejó de dedicarse a matar; pero un día, al ver tanta maldad en la persona humana, se sintió otra vez lobo y volvió a sembrar el miedo y la sangre entre ganados y pastores.
Dentro de nuestras entrañas llevamos una fiera y un ángel. Somos mitad Dios, mitad demonio. Si dejamos que crezca Dios, es decir, el bien, el mal se alejará definitivamente. Es necesario, pues, acoger el llamado de Gandhi, que lo convirtió en su última oración, antes de que las balas le acribillaran.
“Ya te sientas fatigado o no, ¡oh hombre!, no descanses; no ceses en tu lucha solitaria, sigue adelante y no descanses… No pierdas la fe, no descanses… Salta sobre tus dificultades…
El mundo se oscurecerá y tú verterás luz sobre él…
¡Oh hombre!, no descanses procura descanso a los demás”



VIVE UN DIA A LA VEZ

Jesús nos dio un importante consejo cuando dijo:
"No te preocu¬pes por el mañana, el cual se preocupará por sí mismo. Cada día trae suficiente problema en sí mismo". En otras palabras, viva un día a la vez.
¿Sabías que...
85% de nuestras preocupaciones nunca se cumplirán?
10% de nuestras preocupaciones se cumplirán te preo¬cupes o no?
5% de nuestras preocupaciones son valederas?
Conozco a un hombre que vivía su vida con esta fórmula:
"Si cada día es vivido tal como viene, cada tarea es hecha cuando se presenta, entonces la suma de tus días será buena." Murió como un hombre muy feliz y satisfecho.
Tú puedes vivir tu vida con propósito. Puedes tomar la res¬ponsabilidad de tu propia felicidad. Es hora de dejar de culpar a otros, o a las circunstancias, por tu infelicidad. 'Tú puedes elegir la felicidad aun en medio del dolor. Fue Abraham Lincoln quien una vez dijo: "la mayoría de la gente es tan feliz como elige serlo". Tú puedes serlo un día a la vez.
La vida es demasiado corta como para enfocarse en lo mundano en lugar de lo milagroso.
La vida es demasiado corta para guardar un rencor. La vida es demasiado corta para mantener su habitación perfecta.
La vida es demasiado corta como para dejar pasar un día sin abrazar a un ser querido.
La vida es demasiado corta para dejar la oración de lado, o quedarse adentro, o elegir lo secundario.
La vida es demasiado corta, el camino es demasiado corto, para elegir la mediocridad.
Si quieres prepararte para las tormentas emocionales de la vida que se interpondrán en tu camino, deberás empezar por lo pequeño. Ponte metas específicas que te hagan esforzarte pero que sean alcanzables. Experimenta pequeños éxitos a lo largo del camino. El crecimiento requiere esfuerzo. Aun cuando no te sientas como para eso, hazlo igual. Tus sentimientos frecuentemente vendrán después de tus acciones. Y nunca, nunca olvides que Dios cree en ti, desea lo mejor para ti y está dispuesto a recorrer contigo tus momentos más difíciles.
He aquí una oración que ha sido realmente de ayuda para mí. Se llama Oración de la serenidad:
Dios, Concédeme la serenidad
para aceptar las cosas que no puedo cambiar,
el valor para cambiar las que puedo,
y la sabiduría para distinguir la diferencia.



VIVE SIN TEMOR

Temía estar solo
hasta que aprendí a disfrutar de mi propia compañía,
Temía fracasar
y me di cuenta que es la mejor oportunidad para aprender,
Temía a lo que opinaran los demás
y reconocí que lo importante es mi opinión acerca de mí mismo,
Temía la ingratitud
y encontré que el dar era mi regalo,
Temía que me rechazaran
y reconocí que la mayoría de los rechazos
están en mi propia exageración,
Temía el dolor
hasta que aprendí que yo podía retenerlo o soltarlo,
Temía a la verdad
y descubrí en ella la oportunidad de liberarme,
Temía a la muerte
hasta que aprendí a vivir con plenitud cada instante,
Temía al resentimiento
hasta que me di cuenta que es a mí a quien hace daño,
Temía el ridículo
hasta que aprendí a reírme de mí mismo,
Temía envejecer
hasta que encontré que cada estación tiene su encanto,
Temía al pasado
hasta que reconocí que todo fue perfecto,
Temía al cambio
hasta que encontré que en él estaban mis tesoros del futuro.


VIVE ARMONIOSAMENTE

Frena tu lengua para que no se desboque; di siempre menos de lo que piensas.
Cultiva una voz baja y persuasiva, la forma como lo dices a veces cuenta más que lo que dices.
Nunca dejes pasar la oportunidad para decir una palabra amable y alentadora.
Elogia el trabajo bien hecho, sin importar quien lo hizo.
Interésate en los demás; en sus ocupaciones, su bienestar, su hogar y su familia.
Haz que todo aquel que encuentres, no importa cuán humilde sea, sienta siempre que tú lo consideras una persona muy importante. ¡¡Sé jovial!!
Oculta tus dolores, tus preocupaciones y tus desengaños bajo una sonrisa animosa, y sincera.
Mantén tu mente abierta respecto a todos los problemas, puedes discutir pero sin disputar. Deja que tus virtudes hablen por si solas y no menciones los vicios de los demás.
No alientes la murmuración. Debes imponerte la regla de no decir nada sobre otra persona si no es algo bueno.
Ten cuidado con los sentimientos de los demás. Los chistes y bromas a expensas de otros, pocas veces son acertados y pueden herir donde menos esperas.
No pongas atención a comentarios malévolos acerca de ti, simplemente vive de tal modo que nadie los crea.
Los nervios trastornados con frecuencia ocasionan contestaciones mordaces. No te desesperes por conseguir lo que crees que mereces. Realiza tu trabajo, sé paciente y conserva tu buen carácter.
Considera a las demás personas antes que a ti mismo y serás respetado y recompensado.

VERSE EN EL ESPEJO

Un hombre que tenía un grave problema de miopía se consideraba un experto en evaluación de arte. Un día visitó un museo con algunos amigos. Se le olvidaron los lentes en su casa y no podía ver los cuadros con claridad, pero eso no lo detuvo de ventilar sus fuertes opiniones.
Tan pronto entraron a la galería, comenzó a criticar las diferentes pinturas. Al detenerse ante lo que pensaba era un retrato de cuerpo entero, empezó a criticarlo. Con aire de superioridad dijo: "El marco es completamente inadecuado para el cuadro. El hombre está vestido en una forma muy ordinaria y andrajosa. En realidad, el artista cometió un error imperdonable al seleccionar un sujeto tan vulgar y sucio para su retrato. Es una falta de respeto".
El hombre siguió su parloteo sin parar hasta que su esposa logró llegar hasta él entre la multitud y lo apartó discretamente para decirle en voz baja: "Querido, estás mirando un espejo".
Muchas veces nuestras propias faltas, las cuales tardamos en reconocer
y admitir, parecen muy grandes cuando las vemos en los demás. Debemos mirarnos en el espejo más a menudo, observar bien para detectarlas, y tener el valor moral de corregirlas es más fácil negarlas que reconocerlas, por eso es necesario hacer a un lado el orgullo pues solo con humildad podremos ver nuestros defectos y corregirlos.
* * * * *
Luis IX, rey de Francia, estaba trabajando arduamente en su despacho, cuando el mayordomo llegó, y le dijo: –– “¡Majestad, ven pronto, por favor!... En la capilla del palacio, sobre el altar, se apareció Jesús; todos le están viendo”. Sin emocionarse, el rey contestó:
–– “Yo siempre he creído que Jesús está presente en la Eucaristía; ninguna necesidad tengo de verle con los ojos”.


VALOREMOS LO QUE TENEMOS

Stephen Hawking, quien proviene de una familia inglesa de Oxford sin mayores recursos económicos, está paralizado de pies a cabeza por una enfermedad degenerativa que desde hace treinta años ha ido acabando poco a poco su movilidad.
Sin posibilidades de hablar porque una traqueotomía le dañó las cuerdas vocales, está condenado irremediablemente a que lo bañen, lo alimenten y lo vistan.
A pesar de esto, Hawking no se resignó a vivir como un inválido. Se recuperó de una profunda depresión y decidió estudiar física. No solamente se doctoró, sino que dejó una huella profunda en la ciencia.
Por encima de todo, cuando fue descubierta la causa del deterioro de su salud, este hombre no sólo estaba condenado a ser parapléjico, sino que le fueron
diagnosticados tres meses de vida, los cuales superó con determinación y espíritu de lucha, para convertirse en la columna vertebral de la física cuántica, y de paso en el científico viviente más reconocido.
A pesar de que únicamente puede mover los ojos y escasamente los dedos de una de sus manos, ha escrito varios libros. Sus publicaciones han vendido millones de copias alrededor del mundo. Actualmente tiene 60 años, es profesor, está casado y viaja por el mundo dictando conferencias.
Vive sentado en una silla de ruedas, a la cual le ha sido integrado un procesador de palabras con 2600 expresiones programadas, de las cuales él escoge una
presionando levemente un botón. Paulatinamente va formando las frases, que luego pueden transformarse en habla por medio de un sintetizador.
De esta dificultosa manera Hawking se comunica y escribe sus libros.
Lo más maravilloso es que rodeado de estas circunstancias ni siquiera ha perdido el sentido del humor. Stephen Hawking no se descalificó a sí mismo por lo que no tenía y se enfocó en creer que su fuerza y su capacidad de actuar eran los elementos de los que él dependía.
En vez de sentirse como una víctima y auto-compadecerse, decidió que su voluntad y su poder eran mayores que las circunstancias, por adversas e insuperables que éstas parecieran. ¿Cuál es tu próximo paso?



VALE MÁS UNA FLOR

Aquel fiel criado aguantaba las impertinencias de su viejo patrón, por la promesa de que "estaba presente en su testamento". Así pasaron largos años, llenos de amarguras y vejaciones, soportadas con la esperanza de la herencia prometida.
Cuando finalmente murió aquel hombre, y el testamento fue leído, el pobre sirviente descubrió que lo que su señor le había dejado era "el honor de, al morir, ser enterrado en el cementerio de la familia". Eso era todo. Pienso que el desilusionado hombre hubiera preferido quinientos dólares en vida, a todos los honores del mundo, después de muerto. Bien dice el dicho: "Vale más una flor para el que está vivo, que una corona completa para el que se ha ido".
Y hablando de flores, cuenta una leyenda persa, que el poeta Sadí, cuando en su juventud era esclavo, dio a su amo una hermosa rosa, acompañada de un sencillo poema: "Haz bien a tu siervo mientras puedas hacerlo, pues el tiempo para poder hacerlo es tan transitorio como la belleza de esta flor". Parece ser que esta hermosa verdad tocó el corazón del amo de tal manera, que le dio la libertad al que más tarde llegó a ser clásico de las letras persas. Esa misma verdad debería movernos a tí y a mí. Hagamos el bien a quienes nos rodean, pues "el tiempo para hacerlo es tan transitorio como la belleza de una flor".
¿Puedes tú regresar las agujas del reloj y hacer retornar el pasado? ¿Puedes ir atrás en el tiempo y corregir el mal que hayas hecho, o hacer el bien que no hiciste? No, el ayer, para bien o para mal, ha quedado sepultado para siempre.
Pero tienes el día de hoy. ¿Te has preguntado alguna vez por qué se te permite vivirlo? ¿Tendrá Dios un propósito específico que tú debes cumplir?
¿Será una oportunidad más de disfrutar de la vida y facilitar que los demás la disfruten también? Creo que hay una enorme sensatez en vivir el presente. Si amas a tus hijos, acarícialos hoy, mañana se habrán ido. Si has de ayudar a un amigo, hazlo hoy, quizá mañana ya no lo necesite, ni tú puedas oírlo.
LO NEGATIVO: Decidirnos a actuar en beneficio de los demás, cuando ya no puedan disfrutarlo.
LO POSITIVO: Comprender que si deseamos hacer el bien, hoy es el tiempo para hacerlo.


VALE LA PENA

Vale la pena cada espina, cada rosa, cada lágrima que riega lo que florecerá en sonrisa, porque la vida es maravillosa por ella misma; no importan las penas, no importa el desamor, porque pasa... todo pasa y el sol vuelve a brillar.
Hay momentos que sentimos que todo está mal, que nuestras vidas se hunden en un abismo tan profundo, que no se alcanza a ver ni un pequeño resquicio por el que pase la luz.
En esos momentos debemos tomar todo nuestro amor, nuestro coraje, nuestros sentimientos, nuestra fuerza y luchar por salir adelante.
Muchas veces nos hemos preguntado si vale la pena entusiasmarnos de nuevo, y sólo puedo contestar una cosa: ¡Hagamos que nuestra vida valga la pena!
Vale la pena sufrir, porque he aprendido a amar con todo el corazón.
Vale la pena entregar todo, porque cada sonrisa y lágrima son sinceras. Vale la pena agachar la cabeza y bajar las manos, porque al levantarlas seré más fuerte de corazón.
Vale la pena una lágrima, porque es el filtro de mis sentimientos, a través de ella me reconozco frágil y me muestro tal cual soy.
Vale la pena cometer errores, porque me da mayor experiencia y objetividad. Vale la pena volver a levantar la cabeza, porque una sola mirada puede llenar ese espacio vacío.
Vale la pena volver a sonreír, porque eso demuestra que he aprendido algo más. Vale la pena acordarme de todas las cosas malas que me han pasado, porque ellas forjaron lo que soy el día de hoy.
Vale la pena voltear hacia atrás, porque así sé que he dejado huellas en los demás.
Vale la pena vivir, porque cada minuto que pasa es una oportunidad de volver a empezar


USALOS POR FAVOR

Usa los recuerdos, no para vivir en ellos, úsalos para modificar tu presente y soñar tu futuro.
Usa tus palabras, no para regodearte de tu magnifico léxico, úsalas para sanarte, alentar a los demás y bendecir a Dios.
Usa el tiempo, no para agotarte en él, úsalo para que tus metas se realicen a su debido tiempo, para que ames al debido tiempo y partas al debido tiempo, porque tú no vives en el tiempo, él vive en ti.
Usa el amor, no para negociar tu soledad, úsalo para amar a la persona que elijas, sin temores, sin porqués, sin miedos, usa tu amor correcta y pródigamente, porque más allá de lo externo, al final de la belleza, sólo el amor verdadero perdurará.
Usa la muerte, no para temer y pensar obsesivamente en ella, úsala para tener en cuenta que todos moriremos en cualquier momento y en cualquier lugar, que la muerte no te sorprenda con grandes pesos y deudas en tu alma.
Usa tu valor, no para que los demás te teman, úsalo para decir eso que nunca te atreviste, para hacer una vez más eso que tienes postergado, porque todos podemos perder, pero más honorable es perder haciendo, que perder deseando, gana y pierde teniendo valor.
Usa los días, no para contarlos en un calendario, úsalos para comprender que los recuerdos, las palabras, el tiempo, el amor, la muerte, el valor, todos ellos forman parte de tu vida...úsala, no para maldecir la vida, maldecir la muerte, o maldecir tu suerte, úsala a tu favor, porque no solamente es arriesgado ser parte de la vida, sino que también es mejor vivir tratando y ganando con valor, que morir soñando y deseando con temor.
Y recuerda que debemos vivir para servir, ahí es donde radica la verdadera felicidad, en la donación de nosotros mismos, en el Amor a nuestro prójimo.


URGENTE

Urgente... es una palabra con la que vivimos día a día en nuestra agitada vida y a la cual le hemos perdido ya todo significado de premura y prioridad.
Urgente... es ya, un ritmo de vida... una forma de "pasar" la vida. Urgente... es la manera más pobre de vivir sobre este mundo, porque el día que nos vamos, dejamos pendientes las cosas que verdaderamente fueron urgentes.
Urgente... es que hagas un alto en tu ajetreada vida y por un instante te veas y te preguntes: ¿qué significado tiene todo esto que hago?
Urgente... es que te detengas y veas... ¡cuán grande eres!
Urgente... es que cuando camines por la calle, levantes la vista, voltees y mires a tu alrededor; observa el cielo, los árboles, las aves... ¡a la gente! Urgente... ¡es que seamos más humanos... más hermanos!
Urgente... es que sepamos valorar el tiempo que nos pide un niño. Urgente... es que una mañana, te levantes temprano y veas salir el sol, siente su calor y dale gracias a Dios por tan grande regalo.
Urgente... ¡es que te sientas vivo en cuerpo y alma!... que veas tus brazos, tus piernas, tu cuerpo, tu inteligencia, y de verdad ¡Vibres con la vida!
Urgente... es que te tomes un instante en tu trabajo, salgas y respires profundo y sientas como el aire llena tus pulmones... ¡estás vivo! Urgente... es que le digas a la gente que la quieres, cuanto la amas hoy, no esperes hasta mañana. Urgente... es que no se te vaya la vida en un soplo y que cuando mires atrás, seas ya un anciano, que no puede echar el tiempo atrás, que todo lo hizo
Urgente; Fue un gran empresario; que lleno su agenda de "urgencias, citas y proyectos"... pero después de todo... se le olvidó vivir.


UN VERDADERO ALIENTO

Un muchacho vivía sólo con su padre, ambos tenían una relación extraordinaria y muy especial.
El joven pertenecía al equipo de fútbol americano de su colegio, usualmente no tenía la oportunidad
de jugar, bueno casi nunca, sin embargo su padre permanecía siempre en las gradas haciéndole compañía.
El joven era el más bajo de la clase cuando comenzó la secundaria e insistía en participar en el equipo
de fútbol del colegio, su padre siempre le daba orientación y le explicaba claramente que "él no tenía
que jugar fútbol si no lo deseaba en realidad".
Pero el joven amaba el fútbol, no faltaba a una práctica ni a un juego, estaba decidido en dar lo mejor de sí,
se sentía felizmente comprometido!
Durante su vida en secundaria, lo recordaron como el "calentador de la banca",
debido a que siempre permanecía sentado.. Su padre con su espíritu de luchador, siempre estaba
en las gradas, dándole compañía, palabras de aliento y el mejor apoyo que hijo alguno podría esperar.
Cuando comenzó la Universidad, intentó entrar al equipo de fútbol, todos estaban seguros que no lo lograría,
pero a todos venció, entrando al equipo.
El entrenador le dio la noticia, admitiendo que lo había aceptado además por como él demostraba
entregar su corazón y su alma en cada una de las prácticas y al mismo tiempo le daba a los
demás miembros del equipo el entusiasmo perfecto.
La noticia lleno por completo su corazón, corrió al teléfono más cercano y llamó a su padre,
quien compartió con él la emoción.
Le enviaba en todas las temporadas todas las entradas para que asistiera a los juegos de la Universidad.
El joven atleta era muy persistente, nunca faltó a una práctica ni a un juego durante los
4 años de la Universidad, y nunca tuvo el chance de participar en algún juego!.
Era el final de la temporada y justo unos minutos antes que comenzará el primer juego de las eliminatorias,
el entrenador le entregó un telegrama. El joven lo tomó y luego de leerlo quedo en silencio...
Tragó muy fuerte y temblando le dijo al entrenador:
"Mi padre murió esta mañana, ¿no hay problema de que falte al juego hoy?". El entrenador le abrazó y le dijo
"Toma el resto de la semana libre, hijo. Y no se te ocurra venir el sábado".
Llegó el sábado, y el juego no estaba muy bien, en el tercer cuarto, cuando el equipo tenía 10 puntos de
desventaja, el joven entró al vestuario y calladamente se colocó el uniforme y corrió hacia donde estaba
el entrenador y su equipo, quienes estaban impresionados de ver a su luchador compañero de regreso.
"Entrenador por favor, permítame jugar... Yo tengo que jugar hoy" imploró el joven.
El entrenador pretendió no escucharle, de ninguna manera él podía permitir que su peor jugador entrará
en el cierre de las eliminatorias.
Pero el joven insistió tanto, que finalmente el entrenador sintiendo lastima lo aceptó:
"Bueno hijo, puedes entrar, el campo es todo tuyo".
Minutos después el entrenador, el equipo y el público, no podían creer lo que estaban viendo.
El pequeño desconocido, que nunca había participado en un juego, estaba haciendo todo perfectamente
brillante, nadie podía detenerlo en el campo, corría fácilmente como toda una estrella.
Su equipo comenzó a ganar, hasta que empató el juego. En los segundos de cierre el muchacho interceptó
un pase y corrió todo el campo hasta ganar con un touchdown.
La gente que estaba en las gradas gritaban emocionadas, y su equipo lo llevó cargado por todo el campo.
Finalmente cuando todo terminó, el entrenador notó que el joven estaba sentado calladamente
y sólo en una esquina, se acercó y le dijo:



UN VASO CON AGUA

Un conferencista hablaba sobre el manejo de la tensión. Levantó un vaso con agua y preguntó al auditorio:
- ¿Cuánto creen ustedes que pesa este vaso con agua?
Las respuestas variaron entre cien y quinientos gramos.
Entonces el conferencista comentó:
- No importa el peso absoluto. Depende de cuánto tiempo voy a sostenerlo. Si lo sostengo por un minuto, no pesa nada. Si lo sostengo durante una hora, tendré un dolor en mi brazo. Si lo sostengo durante un día completo, tendrán que llamar una ambulancia. Y es exactamente el mismo peso, pero cuanto más tiempo paso sosteniéndolo, más pesado se va volviendo.
Y concluyó:
- Si cargamos nuestros pesos todo el tiempo, más pronto o más tarde, ya no seremos capaces de continuar, la carga se irá volviendo cada vez más pesada. Lo que tienes que hacer es dejar el vaso en algún lugar y descansar un poco antes de sostenerlo nuevamente. Tienes que dejar la carga de lado periódicamente, ¡De la forma que sea! Es reconfortante y te vuelve capaz de continuar. Entonces, antes de que vuelvas esta noche a tu casa, deja afuera el peso, en un rincón. No lo Cargues hasta tu casa. Mañana podrás recogerlo otra vez, al salir.




UN TESTIMONIO PARA VIVIR BIEN

Hay un testimonio viejo, pero tremendo, de quien descubrió muy tarde lo importante que es la fe para vivir bien, para evitar pecados y delitos absurdos. Se trata del testamento de un criminal italiano, Alejandro Serenelli. En 1905, con 20 años, asesinó a santa María Goretti, una niña que no había cumplido los 12 años. Después de un largo camino de conversión, nos dejó un testamento que sirve para todos, pero, de modo especial, para los jóvenes. Basta con leerlo para pensar que, incluso detrás de los errores más graves, Dios es capaz de levantar a un pecador y guiarlo por el buen camino.
Pero, ¡qué difícil y qué triste es haber hecho lo que se pudo haber evitado con un poco de fe y de amor!
Dejemos, pues, que nos hable Alejandro Serenelli.
"Soy un anciano de casi ochenta años y estoy listo para partir. Echando una ojeada a mi pasado, reconozco que en mi primera juventud escogí el mal
camino, el camino del mal que me llevó a la ruina. Veía a través de la prensa, los espectáculos y los malos ejemplos que la mayoría de los jóvenes siguen ese mal camino, sin reflexionar. Y yo hice lo mismo sin preocuparme por nada.
Tenía cerca de mí a personas que creían y vivían su fe, pero no me fijaba en esto, cegado por una fuerza salvaje que me arrastraba hacia el mal camino.
Cuando tenía veinte años, cometí un crimen pasional, del cual hoy me horrorizo con solo recordarlo. María Goretti, ahora una santa, fue el ángel
bueno que la Providencia puso ante mis pasos. Todavía tengo impresas en mi
corazón sus palabras de reproche y de perdón. Ella rezó por mí, intercedió
por mí, su asesino.
Luego vinieron 30 años de cárcel. Si no hubiese sido menor de edad, habría sido condenado a cadena perpetua. Acepté la sentencia que merecía, expié con resignación mi culpa. María (Goretti) fue realmente mi luz y mi protectora; con su ayuda, me porté bien y traté de vivir honestamente cuando fui aceptado nuevamente entre los miembros de la sociedad. Los hijos de San Francisco, los capuchinos de le Marche, me recibieron en su monasterio con su angélica caridad, no como a un sirviente sino como a un hermano. Con ellos convivo desde 1936.
Ahora estoy esperando serenamente ser admitido a la visión de Dios, abrazar de nuevo a mis seres queridos, estar junto a mi ángel protector y a su querida madre, Assunta.
Desearía que quienes lean estas líneas aprendan la estupenda enseñanza de evitar el mal y de seguir siempre el buen camino, desde la niñez. Piensen que la Religión, con sus mandatos, no es algo que pueda dejarse de lado, sino el verdadero consuelo, la única vía segura en todas las circunstancias, también en las más dolorosas de la vida. ¡Paz y bien!"
Alejandro Serenelli, 5 de mayo de 1961.


UN TESTIMONIO PARA BIEN

Hay un testimonio viejo, pero tremendo, de quien descubrió muy tarde lo importante que es la fe para vivir bien, para evitar pecados y delitos absurdos. Se trata del testamento de un criminal italiano, Alejandro Serenelli. En 1905, con 20 años, asesinó a santa María Goretti, una niña que no había cumplido los 12 años. Después de un largo camino de conversión, nos dejó un testamento que sirve para todos, pero, de modo especial, para los jóvenes. Basta con leerlo para pensar que, incluso detrás de los errores más graves, Dios es capaz de levantar a un pecador y guiarlo por el buen camino.
Pero, ¡qué difícil y qué triste es haber hecho lo que se pudo haber evitado con un poco de fe y de amor!
Dejemos, pues, que nos hable Alejandro Serenelli.
"Soy un anciano de casi ochenta años y estoy listo para partir. Echando una ojeada a mi pasado, reconozco que en mi primera juventud escogí el mal
camino, el camino del mal que me llevó a la ruina. Veía a través de la prensa, los espectáculos y los malos ejemplos que la mayoría de los jóvenes siguen ese mal camino, sin reflexionar. Y yo hice lo mismo sin preocuparme por nada.
Tenía cerca de mí a personas que creían y vivían su fe, pero no me fijaba en esto, cegado por una fuerza salvaje que me arrastraba hacia el mal camino.
Cuando tenía veinte años, cometí un crimen pasional, del cual hoy me
horrorizo con solo recordarlo. María Goretti, ahora una santa, fue el ángel bueno que la Providencia puso ante mis pasos. Todavía tengo impresas en mi
corazón sus palabras de reproche y de perdón. Ella rezó por mí, intercedió por mí, su asesino.
Luego vinieron 30 años de cárcel. Si no hubiese sido menor de edad, habría sido condenado a cadena perpetua. Acepté la sentencia que merecía, expié con
resignación mi culpa. María (Goretti) fue realmente mi luz y mi protectora; con su ayuda, me porté bien y traté de vivir honestamente cuando fui aceptado nuevamente entre los miembros de la sociedad. Los hijos de San Francisco, los capuchinos de le Marche, me recibieron en su monasterio con su angélica caridad, no como a un sirviente sino como a un hermano. Con ellos convivo desde 1936.
Ahora estoy esperando serenamente ser admitido a la visión de Dios, abrazar de nuevo a mis seres queridos, estar junto a mi ángel protector y a su querida madre, Assunta.
Desearía que quienes lean estas líneas aprendan la estupenda enseñanza de evitar el mal y de seguir siempre el buen camino, desde la niñez. Piensen que la Religión, con sus mandatos, no es algo que pueda dejarse de lado, sino el verdadero consuelo, la única vía segura en todas las circunstancias, también en las más dolorosas de la vida. ¡Paz y bien!"
Alejandro Serenelli, 5 de mayo de 1961

 

UN SOLO HOMBRE

Hubo una vez un hombre que nació en un pueblo casi desconocido, hijo de la sencilla esposa de un humilde carpintero.
Trabajó en una carpintería hasta los treinta años, y entonces, durante tres años, fue un predicador ambulante.
Jamás escribió un libro, ni ocupó cargo alguno, jamás tuvo casa propia y jamás puso pie dentro de una gran ciudad.
Jamás se alejó trescientos kilómetros de donde nació.
No tenía más credenciales que su propia persona. No tuvo nada que ver con asuntos de éste mundo, a excepción de la influencia que ejerció sobre las almas. Siendo aún un hombre joven, la marea de la opinión popular se le volteó.
Sus amigos huyeron de su lado; uno de ellos lo negó. Otro de ellos lo entregó a sus enemigos. Soportó la burla de su juicio.
Fue bajado de la cruz, y colocado en un sepulcro prestado gracias a la merced de un amigo.
Veinte siglos han pasado desde entonces, más hoy, EL constituye el núcleo espiritual de la raza humana y es el líder de la columna del progreso.
Y quedamos anonadados al darnos cuenta, de que todos los ejércitos que jamás hayan marchado, de que todos los parlamentos que jamás hayan sesionado, y de que todos los reyes que jamás hayan regido, ¡ T O D O S ! Conjuntamente, nunca han afectado la vida del hombre sobre ésta tierra, tan profundamente como lo hiciera durante los treinta y tres años de su breve vida. ¡ UN SOLO HOMBRE !


UN SIGNO DE AMOR

UN SIGNO DE AMOR
“Es la Virgen del Carmelo la que más altares tiene; su sagrado Escapulario no hay pecho que no lo lleve”.
Es cierto lo que canta la canción. Es la advocación del Carmen una de las devociones más populares de la Virgen. En cada capilla, en cada hogar católico hay alguna imagen o estampa de la Virgen del Carmen.
La advocación del Carmen viene del Monte Carmelo. El Carmelo, ha sido siempre un monte sagrado. En el siglo IX antes de Cristo, Elías lo convirtió en el refugio de la fidelidad al Dios único y en el lugar de los encuentros entre el Señor y su pueblo (1R 18,39). Por eso la Orden del Carmen se ha puesto bajo el patrocinio de la Virgen del Carmen. San Juan de la Cruz, convertirá el Monte Carmelo en el signo del camino hacia Dios.
En 1Reyes 41-47 se nos habla del fin de la sequía. El cielo estaba cerrado hacía más de tres años, no llovía ni una gota. Fue entonces cuando Elías manda a su criado para que se asomara a ver si veía signos de lluvia. Fue a la séptima vez que el criado dijo: “Hay una nube como la palma de un hombre, que sube del mar”. Y la lluvia fue abundante. En esta historia bíblica el pueblo cristiano ve a la Virgen. Los Carmelitas han difundido esta devoción de la Virgen del Carmen.
Los monjes que habitaban el Monte Carmelo, se lanzaron por Europa a principios del siglo trece. En medio de las persecuciones de que fueron objeto, San Simón Stock pidió la protección de María. En respuesta a su oración, el 16 de julio de 1251 se le apareció la Virgen y le dio el escapulario para la Orden con la siguiente promesa: "Este debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los Carmelitas: quien muera con el escapulario no sufrirá el fuego eterno".
Desde entonces, el escapulario del Carmen, se lleva en millones de pechos cristianos. Ese escapulario bendito es signo de protección de la Virgen María para todos los que lo llevan y lo besan con amor.
Es signo de nuestra entrega al amor de la Virgen, a la que nos confiamos con amor de hijos. Es signo de nuestra consagración al Corazón de nuestra Madre celestial
Es signo de la vida cristiana que queremos llevar para ser dignos hijos de la Virgen. En 1950 el Papa Pío XII escribió "que el escapulario sea tu signo de consagración al Inmaculado Corazón de María, lo cual estamos particularmente necesitando en estos tiempos tan peligrosos". Quien usa el escapulario debe ser consciente de su consagración a la Virgen y debe comportarse como ella, fiel discípulo de Jesús, a la escucha de la palabra, atenta a Dios y a las necesidades de los humanos. El buen hijo de María, perseverará en el camino de Jesús hasta el final.
Quien lleva el escapulario ha de comportarse como hijo de María. El escapulario no es un amuleto, algo mágico. Kilian Lynch, antiguo general de la Orden dice: "No lleguemos a la conclusión de que el escapulario está dotado de alguna clase de poder sobrenatural que nos salvará a pesar de lo que hagamos o de cuanto pequemos... Una voluntad pecadora y perversa puede derrotar la omnipotencia suplicante de la Madre de la Misericordia."
El primer escapulario debe ser bendecido e impuesto por un sacerdote con esas palabras: "Recibe este escapulario bendito y pide a la Virgen Santísima que por sus méritos, lo lleves sin ninguna mancha de pecado y que te proteja de todo mal y te lleve a la vida eterna". En 1910, a petición de los misioneros en los países del trópico, donde los escapularios de tela se deterioran pronto, el Papa Pío X declaró que una persona que ha recibido el escapulario de tela puede llevar la medalla-escapulario en su lugar, si tiene razones legítimas para sustituirlo.
El escapulario es un signo de amor que ha de ser llevado con dignidad, como un fiel discípulo de Jesús e hijo de María.



UNO DE ESTOS DIAS…


Uno de estos días perderás la paciencia y les gritaras a tus hijos
lo siguiente: -¡Cuándo van a crecer y dejar de actuar como criaturas! Y la verdad es que lo harán.
Tal vez les grites: -¡Salgan de la casa, vayan afuera a jugar!
¡Procuren no lastimarse y no cierren la puerta tan fuerte!
Y ya no lo harán.
Ordenarás sus dormitorios hasta que todo esté limpio y ordenado, cada cosa estará en su lugar, los juguetes sobre los estantes, los peluches sobre la cama y todas sus ropitas bien colgadas en el ropero. Los llamarás y les dirás: -Ahora quiero que esto se quede así. Y así se quedará.
Prepararás la cena perfecta, la ensalada llegará a la mesa en buen estado, sin que les falten las aceitunas. El pastel estará perfecto, sin marcas de deditos en el betún porque lo probaron en la cocina y dirás: ¡Por fin! Esta es una comida que se podrá servir a los invitados. Y comerás sin ellos.
Cuando suene el teléfono, gritarás: -¡No levanten la otra línea cuando estoy hablando! Quiero privacidad y dejen de gritar... ¿Me escucharon? Y nadie te va a contestar.
En tu casa ya no habrá manchas en el mantel de la mesa y ya no habrá un vaso con flores del jardín traídas con un besito. Ya no tendrás que coser los agujeros de los pantalones y nunca más te romperás las uñas tratando de desatar los nudos de los cordones de sus zapatitos. Nadie va a entrar en tu casa con lodo en las botas, y van a desaparecer todas esas ligas para atar cabellos que siempre llenaban tu baño. ¡Imagínate! Nadie estará usando tu lápiz labial para escribir por las paredes. Ya no tendrás que buscar una niñera para ir a las fiestas de Año Nuevo. No tendrás que asistir a las reuniones de padres en la escuela ni asistir a esas obras donde tu hijo hace el papel de árbol. No tendrás que preocuparte por el transporte escolar, músicas que rompen tus tímpanos o viajes extras al colegio porque tu hijo olvidó su merienda en la casa.
- ¡Imagínate! En Navidad ya no recibirás más regalos hechos de palillos de helados. Se habrán terminado los besitos mojados después del desayuno por la leche que aun tienen en sus labios. Nunca más tendrás que preocuparte por los dientes que caen y los nuevos que tienen que salir.
No escucharás las voces que siguen hablando después de haberse apagado las
luces, no tendrás rodillas raspadas que besar, ni deditos sucios que limpiar. Sólo habrá una voz diciendo: -¿Cuándo será que crecerán y dejaran de actuar como criaturas?
El silencio te responderá: -Ya lo hicieron...


UN MILLON DE RANAS

Muchos se angustian por problemas que, en su mayoría, nunca llegan a hacerse realidad. Sufren con anticipación, pensando e imaginando cosas que pudieran suceder. La mayoría de nuestras preocupaciones se deben a la falta de confianza en Dios.
Un hacendado fue a la ciudad y le preguntó al dueño de un restaurante si podía utilizar un millón de piernas de rana.
El dueño del restaurante quedó asustado y quiso saber dónde pretendía el hacendado conseguir tantas piernas de rana.
El hacendado le respondió: Cerca de mi casa hay un pequeño lago que está invadido e infestado de esos bichos. Son millares y hacen un barullo infernal, croando toda la noche. ¡Me estoy volviendo loco!
Quedó decidido, entonces, que el hombre le traería quinientas ranas por semana, durante algún tiempo. En la primera semana, el hacendado volvió al restaurante un poco avergonzado, pues traía en sus manos solo dos ranas. El comerciante le preguntó: ¿Dónde está mi pedido?
El hombre respondió: Yo estaba totalmente engañado. ¡Había solo estas dos pequeñas ranas en el lago! Ellas solas son los que hacían todo el barullo.
La próxima vez que alguien te critique o se ría de ti, acuérdate de que no son miles de ranas las que hacen todo el ruido, sino apenas dos ranitas. Mientras dos critican y ríen, cientos te apoyan y animan.
Acuérdate de que las angustias y los problemas parecen mayores en la oscuridad. Hay una posibilidad muy grande de que, cuando llegue mañana y lo pienses mejor, el problema habrá disminuido su importancia o habrá desaparecido, quedando en su lugar un asunto de fácil solución.


UN MENSAJE PARA COMPARTIR

Hace varios años, en un curso de comunicación, experimenté un proceso muy fuera de lo común. El instructor pidió que revisáramos nuestro pasado y anotáramos todo aquello que nos hiciera sentir avergonzados, culpables, incompletos o arrepentidos. A la semana siguiente nos invitó a leer las listas en voz alta.
Aunque parecía algo muy íntimo, siempre hay un alma valiente que se ofrece como voluntario. A medida que cada uno leía su lista, la mía seguía creciendo. Al cabo de tres semanas me encontré con ciento un puntos en contra.
Entonces el instructor nos sugirió que buscáramos el modo de pedir perdón o corregir el mal cometido. Yo dudaba seriamente que eso sirviera para mejorar mi comunicación; en realidad, me imaginaba ahuyentando a todos los que me rodeaban.
A la semana siguiente, el hombre sentado junto a mí leyó este relato:
"Mientras hacía mi lista recordé un incidente en la secundaria. Me crié en una pequeña población de Iowa, donde había un comisario, el señor Brown, que a los chicos no nos caía nada simpático. Una noche, mis dos amigos y yo decidimos hacerle una broma pesada. Después de beber unas cuantas cervezas, buscamos una lata de pintura roja y trepamos al tanque de agua, situado en el centro de la ciudad. Allí escribimos, en letras bien rojas: El comisario Brown es un “hi.. de p..”
Al día siguiente la ciudad toda vio nuestro glorioso cartel. En menos de dos horas, el comisario Brown nos tenía a los tres en su oficina. Mis amigos confesaron, pero yo mentí, negando la verdad. Nadie me descubrió jamás.
Casi veinte años después, el nombre del comisario Brown aparece en mi lista. No sabía siquiera si aún vivía. El fin de semana pasado llamé a Informaciones de mi ciudad natal. Aún figuraba un Roger Brown en la guía. Marqué su número. Una voz atendió.
-¿Hola? -¿Habla el comisario Brown?-pregunté. -Sí.
-Vea, le habla Jimmy Calkins. Quería decirle que fui yo.
(una pausa). Luego gritó: -¡Estaba seguro!
Nos reímos con ganas y mantuvimos una conversación muy animada. Al despedirse me dijo:
-Siempre lo lamenté por tí, Jimmy; porque tus amigos descargaron el pecho, pero yo sabía que tú cargabas todavía con eso. Quiero agradecerte que me hayas llamado...Por tu propio bien.
Jimmy me ayudó a solucionar los ciento un puntos de mi lista. Me llevó casi dos años, pero esa fue la plataforma de lanzamiento y la verdadera inspiración para mi carrera de mediador.
Por muy difícil que sea el conflicto, la crisis o la situación, siempre recuerdo que nunca es demasiado tarde para limpiar el pasado y comenzar a resolverlo.


UN GRAN VIEJO

Amado Hijo: El día que este viejo y ya no sea el mismo: TEN PACIENCIA Y COMPRENDEME.
Cuando derrame comida sobre mi camisa y olvide como atarme mis zapatos tenme paciencia recuerda las horas que pase enseñándote a hacer las mismas cosas. Si cuando conversas conmigo, repito y repito las mismas palabras y sabes de sobra como termina, no me interrumpas y escúchame. Cuando eras pequeño para que te durmieras, tuve que contarte miles de veces el mismo cuento hasta que cerrabas los ojitos.
Cuando estemos reunidos y sin querer, haga mis necesidades, no me avergüences y comprende que no tengo la culpa de ello, pues ya no puedo controlarlas. Piensa cuantas veces cuando niño te ayude y estuve pacientemente a tu lado esperando a que terminaras lo que estabas haciendo. No me reproches porque no quiera bañarme; no me regañes por ello. Recuerda los momentos que te perseguí y los mil pretextos que te inventaba para hacerte más agradable tu aseo. Cuando me veas inútil e ignorante frente a todas las cosas tecnológicas que ya no podré entender, te suplico que me des todo el tiempo que sea necesario para no lastimarme con tu sonrisa burlona. Acuérdate que fui yo quien te enseño tantas cosas. Comer, vestirte y como enfrentar la vida tan bien como lo haces, son producto de mi esfuerzo y perseverancia.
Cuando en algún momento, mientras conversamos, me llegue a olvidar de que estamos hablando, dame todo el tiempo que sea necesario hasta que yo recuerde, y si no puedo hacerlo no te impacientes; tal vez no era importante lo que hablaba y lo único que quería era estar contigo y que me escucharas en ese momento. Si alguna vez ya no quiero comer, no me insistas. Se cuanto puedo y cuando no debo. También comprende que con el tiempo, ya no tengo dientes para morder ni gusto para sentir.
Cuando mis piernas fallen por estar cansadas para andar, dame tu mano tierna para apoyarme como lo hice yo cuando comenzaste a caminar con tus débiles piernitas. Por último, cuando algún día me oigas decir que ya no quiero vivir y solo quiero morir, no te enfades. Algún día entenderás que esto no tiene que ver con tu cariño o cuanto te ame. Trata de comprender que ya no vivo sino que sobrevivo, y eso no es vivir. Siempre quise lo mejor para ti y he preparado los caminos que has debido recorrer. Piensa entonces que con este paso que me adelanto a dar, estaré construyendo para ti otra ruta en otro tiempo, pero siempre contigo.
No te sientas triste, enojado o impotente por verme así. Dame tu corazón, compréndeme y apóyame como lo hice cuando empezaste a vivir. De la misma manera como te he acompañado en tu sendero, te ruego me acompañes a terminar el mío. Dame amor y paciencia, que te devolveré gratitud y sonrisas con el inmenso amor que tengo por ti.


UN GRAN LOGRO Y EXITO

El primer español con síndrome de Down que ha terminado una carrera universitaria, Pablo Pineda, ha inculcado a los niños de un colegio público de la ciudad de Córdoba la tolerancia ante la diferencia durante los tres días en que ha ejercido de maestro.
Pablo Pineda, que nació con síndrome de Down en Málaga hace 30 años, es diplomado en Magisterio y está a punto de terminar la carrera de Psicopedagogía.
Pineda explicó en declaraciones exclusivas a Efe que la experiencia que ha tenido en los últimos tres días, en los que ha ejercido de profesor en un colegio, ha sido “realmente apasionante e inolvidable” ya que la respuesta y la convivencia con los niños y los profesores ha resultado “emocionante”.
En estos días ha respondido a las dudas de los alumnos de todos los cursos del colegio y ha participado en varias actividades con ellos que, según él, “sentían curiosidad por todo”.
En ese sentido, ha señalado que espera haber podido cambiar la mentalidad de muchos de estos alumnos con respecto al síndrome de Down, porque los niños “son como esponjas que se quedan con todo”.
No obstante, ha subrayado que ha sido una explicación mutua, ya que se ha sorprendido de la mentalidad y de la actitud de muchos de estos niños, a los que ha explicado que el Down no es una enfermedad, sino “un conjunto de características”.
Pineda ha indicado que ha luchado muy duro durante toda su vida contra la indiferencia de sus compañeros de clase, especialmente durante su etapa en el instituto, por lo que ha tratado de inculcar a los niños que “no deben discriminar a las personas con síndrome de Down”. Naturalmente que todo ser humano tiene capacidades que debe poner en acción para servicio de los demás. Ojala mi querido lector que Dios te conceda descubrir, si tú contribuyes, a poner en práctica tus valores.


UN EQUIPO ESPECIAL

Hace algunos años, en los para-olímpicos de Seattle, nueve concursantes, todos con alguna discapacidad física o mental, se reunieron en la línea de salida para correr los 100 metros planos. ¡Qué esfuerzo! Pero ahí estaban frente a la línea de competencia.
Al sonido del disparo todos salieron, no exactamente como bólidos, pero con gran entusiasmo de participar en la carrera, llegar a la meta y ganar.
¿No nos pasa acaso en la medida que enfrentamos un negocio, un conflicto que resolver, un problema a solucionar que nos paramos frente a la línea?
Todos corrieron, menos uno, que tropezó en el asfalto, dio dos maromas y empezó a llorar. Los otros ocho oyeron al niño llorar, disminuyeron la velocidad y voltearon hacia atrás. Todos dieron la vuelta y regresaron… ¡Todos!
Eso sí no nos pasa… Corremos sin importar si caen a diestra y siniestra.
Una niña con síndrome de Down se agachó, le dio un beso en la herida y le dijo “Eso te lo va a curar”. Entonces, los nueve se agarraron de las manos y juntos caminaron hasta la meta.
Todos en el estadio se pusieron de pie, las porras y aplausos duraron varios minutos. La gente que estuvo presente aún cuenta la historia.
¿Por qué?, ¿Acaso hemos olvidado que fuimos creados para tener significado y para ayudarnos unos a otros?
Y algo aún más increíble es que dentro de nosotros sabemos una cosa: que lo importante en esta vida va más allá de ganar nosotros mismos.
Lo importante en esta vida es ayudar a ganar a otros, aún cuando esto signifique tener que disminuir la velocidad o cambiar el rumbo.
¿Qué esperas para darle una mano a tu pariente que ha sido tomado como el menos?
¿Qué esperas para hacer una llamada a casa y decirles a los tuyos que cuenten contigo?
Qué bueno que a tu compañero de trabajo le ofrezcas de tu tiempo para ayudarle en esa tarea que lo mantiene estresado.
Qué bueno que sin ir muy lejos mires en tu casa, en tu esposa y en tus hijos la oportunidad para darles un beso y decirles: Esto te puede curar y luego como los niños de Seattle, agarrarse de las manos y buscar la meta. Solo no lo lograrás.


UNA VISION, UNA META

Alguna vez tuve un trabajo de ventas. Mi jefe era una persona que había entrado en el mismo puesto que yo, pero que en pocos meses había logrado ser supervisor de ventas. A otros supervisores les había llevado el triple de tiempo.
Siempre me ha gustado preguntarle a las personas exitosas porque ellas si triunfan y otras no.
Cuando se lo pregunté, me respondió: "Javier, yo tengo la visión de que en un año voy a ser director de ventas. Pienso que la diferencia entre yo y otros, es que yo si tengo visión y otros no. Por eso, cuando las cosas empiezan a ir mal para ellos, como no tienen visión, piensan que no son buenos para las ventas y renuncian. A mí no siempre me va bien. Es por eso que la visión me ayuda a seguir adelante, a pesar de las dificultades temporales que tenga".
Debo reconocer, que esa respuesta me ayudó a comprender el poder de una visión, mejor que otra explicación que haya recibido antes. En efecto, la única diferencia entre lograr tus sueños o no, es tu visión. Todos pasamos por dificultades en el camino hacia nuestros sueños y cuando no tenemos en nuestra visión el qué, el cómo y el cuándo, esas dificultades hacen que renunciemos. Yo añadiría algo más: utiliza tu imaginación para superar los obstáculos que se te presenten.
Se dice que un violinista daba un concierto, pero de repente, una de sus cuerdas se rompió. Enmudeció la audiencia ¿Qué haría ese hombre con la cuerda rota en pleno concierto? Con el mayor aplomo del mundo, dejó su violín en el suelo, caminó hacia uno de sus acompañantes y le pidió su violín. Acabó la pieza tocando ese violín. El público se le entregó. Cuando le preguntaron cómo es que reaccionó de esa manera, el respondió: "Imaginé todas las contingencias a las que me pudiera enfrentar durante un concierto. Y ya había pensado que hacer en cada una de ellas, incluyendo qué hacer si se me rompía una cuerda".
Es la misma recomendación que te doy: piensa en todos los posibles tropiezos que te puedan suceder. Así, cuando te sucedan, sabrás como reaccionar. También, tu visión tiene que tener un corazón verdadero. Una visión solitaria en la que solo estén incluidas tus comodidades personales, es construir una casa sobre la arena.
En tu visión tienes que incluir el bienestar de otros. De tu familia. Del mundo. Solo así, te sentirás más motivado en el camino hacia tu visión.



UNA SONRISA TRAS EL MURO

Raúl Follerau solía contar una historia emocionante: Visitando una leprosería en una isla del Pacífico le sorprendió que, entre tantos rostros muertos y apagados, hubiera alguien que había conservado unos ojos claros y luminosos que aún sabían sonreír y que se iluminaba con un «gracias» cuando le ofrecían algo.
Entre tantos «cadáveres» ambulantes, sólo aquel hombre se conservaba humano. Cuando preguntó qué era lo que mantenía a este pobre leproso tan unido a la vida, alguien le dijo que observara su conducta por las mañanas.
Y vio que, apenas amanecía, aquel hombre acudía al patio que rodeaba la leprosería y se sentaba enfrente del alto muro de cemento que la rodeaba. Y allí esperaba. Esperaba hasta que, a media mañana, tras el muro, aparecía durante unos cuantos segundos otro rostro, una cara de mujer, vieja y arrugadita, que sonreía. Entonces el hombre comulgaba con esa sonrisa y sonreía él también. Luego el rostro de la mujer desaparecía y el hombre, iluminado, tenía ya alimento para seguir soportando una nueva jornada y para esperar a que mañana regresara el rostro sonriente. Era -le explicaría después el leproso- su mujer. Cuando le arrancaron de su pueblo y le trasladaron a la leprosería, la mujer le siguió hasta el poblado más cercano. Y acudía cada mañana para continuar expresándole su amor. «Al verla cada día -comentaba el leproso- sé que todavía vivo.»
No exageraba: vivir es saberse querido y sentirse querido. Por eso tienen razón los psicólogos cuando dicen que los suicidas llevan a cabo sus planes cuando han llegado al convencimiento pleno de que ya nadie les querrá nunca. Porque ningún problema es verdadero y totalmente grave mientras se tenga a alguien a nuestro lado.
Por eso yo no me cansaré nunca de predicar que la soledad es mayor de las miserias y que lo que los demás necesitan verdaderamente de nosotros no es siquiera nuestra ayuda, sino nuestro amor.
Para un enfermo es la compañía sonriente la mejor de las medicinas. Para un viejo no hay ayuda como un rato de conversación sin prisas y un poco de comprensión de sus rarezas. El indigente necesita más nuestro cariño que nuestra limosna. Para el obrero es tan necesario sentirse persona trabajando como el sueldo que por el trabajo le pagarán.
Y, asombrosamente, la sonrisa -que es la más barata de las ayudas- es la que más tacañeamos. Es mucho más fácil dar veinte pesos a un pobre que dárselos con amor. Y es más sencillo comprarle un regalo al abuelo que ofrecerle media hora de conversación y de amistad.
Dar sin amor es ofender. Lo decía con palabras tremendas, pero verdaderas, San Vicente de Paúl:
«Recuerda que te será necesario mucho amor para que los pobres te perdonen el pan que les llevas.» Solemos decir: «¡Son tan desagradecidos!» Y no nos damos cuenta de que ellos perciben perfectamente cuándo damos sin amor, para quitárnoslos de encima y dejar tranquila nuestra conciencia. Son, por ello, lógicos odiando nuestra limosna, odiándonos. Les empobrecemos más al ayudarles, porque les demostramos hasta qué punto no existen para nosotros.
¡Todo sería, en cambio, tan distinto, si les diéramos cada día una sonrisa de amor desde el muro de la vida!


UNA HISTORIA DE NAVIDAD

Era la noche de Navidad.
Un ángel se apareció a una familia rica y le dijo a la dueña de la casa: - Te traigo una buena noticia: esta noche el Señor Jesús vendrá a visitar tu casa.
La señora quedó entusiasmada: Nunca había creído posible que en su casa sucediese este milagro. Trató de preparar una cena excelente para recibir a Jesús. Encargó pollos, conservas y vino importados. De repente sonó el timbre. Era una mujer mal vestida, de rostro sufrido, con el vientre hinchado por un embarazo muy adelantado.
- Señora, ¿no tendría algún trabajo para darme?
Estoy embarazada y tengo mucha necesidad del trabajo.
- ¿Pero esta es hora de molestar? Vuelva otro día, respondió la dueña de la casa. Ahora estoy ocupada con la cena para una importante visita. Poco después, un hombre, sucio de grasa, llamó a la puerta. - Señora, mi camión se ha arruinado aquí en la esquina. ¿Por casualidad no tendría usted una caja de herramientas que me pueda prestar?
La señora, ocupada como estaba limpiando los vasos de cristal y los platos de porcelana, se irritó mucho: - ¿Usted piensa que mi casa es un taller mecánico? ¿Dónde se ha visto importunar a la gente así?
Por favor, no ensucie mi entrada con esos pies inmundos. La anfitriona siguió preparando la cena: abrió latas de caviar, puso champaña en el refrigerador, escogió de la bodega los mejores vinos, preparó unos coctelitos. Mientras tanto alguien afuera tocaba la puerta. Será que ahora llega Jesús, pensó ella emocionada y con el corazón acelerado fue a abrir la puerta. Pero no era Jesús. Era un niño harapiento de la calle.
- Señora, ¿pudiera darme un plato de comida?
- ¿Cómo te voy a dar comida si todavía no hemos cenado? Vuelve mañana, porque esta noche estoy muy atareada. Al final, la cena estaba ya lista. Toda la familia emocionada esperaba la ilustre visita. Sin embargo, pasaban las horas y Jesús no parecía. Cansados de esperar empezaron a tomar los coctelitos, que al poco tiempo comenzaron a hacer efecto en los estómagos vacíos y el sueño hizo olvidar los pollos y los platos preparados. A la mañana siguiente, al despertar, la señora se encontró, con gran espanto frente al ángel. - ¿Un ángel puede mentir? Gritó ella. Lo preparé todo con esmero, aguardé toda la noche y Jesús no apareció. ¿Por qué me hiciste esta broma?
- No fui yo quien mentí, fue usted la que no tuvo ojos para ver, dijo el ángel.
Jesús estuvo aquí tres veces, en la persona de la mujer embarazada, en la persona del camionero y en el niño hambriento. Pero usted no fue capaz de reconocerlo y de acogerlo.


UNA FABULA DE AMOR


Estaba Dios en su taller de orfebre trabajando arduamente en su última
creación, cuando un grupo de Ángeles, intrigados por su afanosa entrega se atrevieron a interrogarle. ¿Qué haces?
La más grande de mis obras maestras.
¿En qué consiste? - preguntaron.
En un ser con cuatro pares de ojos y seis brazos.
Sorprendidos exclamaron - ¿y para que le van a servir cuatro pares de ojos? Un par de ojos es para que pueda apreciar la belleza que lo rodea; uno más para comprender cada acción que realicen mis hijos; el tercero para leer los pensamientos, las palabras no pronunciadas, con unos ojos que puedan ver los corazones y ante los cuales no pueda haber secretos; y el ultimo para apreciar la presencia de Dios en la paz de un niño durmiendo. ¿Y tantos brazos para qué?
Los dos primeros son para servir, desde esforzarse en el trabajo más arduo hasta cultivar la flor más delicada; dos más serán para acunar a cada uno de mis hijos y llenarlos de caricias, de ternura y amor; y los últimos para levantarlos y luchar ante la injusticia y el abandono. Señor, este nuevo ser ¿será inteligente?
Tendrá la capacidad ilimitada para abordar temas más intrincados y poseerá la sensibilidad del poeta, el pensamiento mágico de la fantasía y sabrá encontrar en estrellas y esperanzas en los campos áridos y desiertos.
Los ángeles cada vez más intrigados de los que hacía su Señor no cesaban de preguntar:
¿Este ser tan raro tendrá una función especial?
Con solo un beso podrá mitigar el llanto de un pequeño, perdonar la falta más grave, dar aliento a un valiente, acariciar el alma de un anciano, seducir al guerrero más poderoso y dar compañía con sólo recordarlo en la soledad. Uno de los ángeles tocó el modelo en proceso y exclamó ¡parece muy débil!
Su aspecto es frágil - contestó Dios - pero su fortaleza es incalculable, puede soportar hambre, miseria, dolor, abandono, pero jamás se dará por vencido, sabe hacer milagros con los alimentos y jamás dejará a uno de mis hijos con hambre, lo dará todo y tendrá la virtud de sonreír en medio de la adversidad. Nunca te habíamos visto trabajar tanto en un ser, ¿por qué es tan importante?
El mundo cada día crece más y no puedo estar en todas partes, necesito hoy más que nunca que alguien me ayude a conservar y engrandecer mi creación, a llevar mi bondad y presencia a todos los seres humanos.
Uno de los ángeles tocó el rostro y para sorpresa se dio cuenta que tenía una lágrima. ¿Qué es? - preguntó el ángel
El bálsamo del amor, es su expresión sublime ante el dolor de mis hijos, es su aflicción ante el sufrimiento que manifiesta la sensibilidad de su espíritu y brota en forma incontenible ante las penas y alegrías.
Los ángeles finalmente preguntaron: ¿Cómo le llamarás?
Será reconocida por ser forjadora de seres humanos extraordinarios, su aroma permanecerá por siempre y su nombre estará escrito en forma indeleble en la historia de la humanidad - finalmente hizo una larga pausa como meditando el nombre que le daría y sonriendo ante lo más sublime de la creación exclamó: La llamaré: ¡MADRE


UNA CAÑA PARA EL MÁS TONTO

Existía un próspero reino en el norte de la India. Su monarca había alcanzado ya una edad avanzada. Un día hizo llamar a un yogui que vivía dedicado a la meditación profunda en el bosque y dijo:
–Hombre piadoso, tu rey quiere que tomes esta caña de bambú y que recorras todo el reino con ella. Te diré lo que debes hacer. Viajarás sin descanso de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo y de aldea en aldea. Cuando encuentres a una persona que consideres la más tonta, deberás entregarle esta caña.
–Aunque no reconozca otro rey que mi verdadero yo interior, señor, habré de hacer lo que me dices por complacerte. Me pondré en camino enseguida. El yogui cogió la caña que le había dado el monarca y partió raudo. Viajó sin descanso, llegando sus pies a todos los caminos de la India. Recorrió muchos lugares y conoció muchas personas, pero no halló ningún ser humano al que considerase el más tonto. Transcurrieron algunos meses y volvió hasta el palacio del rey. Tuvo noticias de que el monarca había enfermado de gravedad y corrió hasta sus aposentos. Los médicos le explicaron al yogui que el rey estaba en la antesala de la muerte y se esperaba un fatal desenlace en minutos. El yogui se aproximó al lecho del moribundo.
Con voz quebrada pero audible, el monarca se lamentaba:
–¡Qué desafortunado soy, qué desafortunado! Toda mi vida acumulando enormes riquezas y, ¿qué haré ahora para llevarlas conmigo? ¡No quiero dejarlas, no quiero dejarlas!
El yogui entregó la caña de bambú al rey.
MORALEJA: Puedes ser un monarca, pero de nada sirve si tu actitud es la de un mendigo. Sólo aquello que acumulas dentro de ti mismo te pertenece. No hay otro tesoro que el amor.


UNA BELLISIMA LECCION

Un estudiante universitario salió un día a dar un paseo con un profesor, a quien los alumnos consideraban su amigo debido a su bondad para quienes seguían sus instrucciones.
Mientras caminaban, vieron en el camino un par de zapatos viejos y supusieron que pertenecían a un anciano que trabajaba en el campo de al lado y que estaba por terminar sus labores diarias.
El alumno dijo al profesor:
- Hagámosle una broma; escondamos los zapatos y ocultémonos detrás de esos arbustos para ver su cara cuando no los encuentre.
- Mi querido amigo -le dijo el profesor-, nunca tenemos que divertirnos a expensas de los pobres. Tú eres rico y puedes darle una alegría a este hombre. Coloca una moneda en cada zapato y luego nos ocultaremos para ver cómo reacciona cuando las encuentre.
Eso hizo y ambos se ocultaron entre los arbustos cercanos. El hombre pobre, terminó sus tareas, y cruzó el terreno en busca de sus zapatos y su abrigo.
Después de ponerse el abrigo, deslizó el pie en el zapato, pero al sentir algo adentro, se agachó para ver qué era y encontró la moneda. Pasmado, se preguntó qué podía haber pasado. Miró la moneda, le dio vuelta y la volvió a mirar.
Luego miró a su alrededor, para todos lados, pero no se veía a nadie. La guardó en el bolsillo y se puso el otro zapato; su sorpresa fue doble al encontrar la otra moneda.
Sus sentimientos lo sobrecogieron; cayó de rodillas y levantó la vista al cielo pronunciando un ferviente agradecimiento en voz alta, hablando de su esposa enferma y sin ayuda y de sus hijos que no tenían pan y que debido a una mano desconocida no morirían de hambre.
El estudiante quedó profundamente afectado y se le llenaron los ojos de lágrimas. - Ahora- dijo el profesor- ¿no estás más complacido que si le hubieras hecho una broma?
El joven respondió:
- Usted me ha enseñado una lección que jamás olvidaré. Ahora entiendo algo que antes no entendía: es mejor dar que recibir.



TU VALES MUCHO

¿Por qué vivir pensando en el 10 % de las cosas que nos hacen sufrir, y no recordar el 90 % de las cosas que nos resultan bien?
En tu cuerpo hay 800 mil millones de células trabajando continuamente y obrando todas en tu favor y en perfecta armonía.
En tu cerebro tienes 13 mil millones de neuronas trabajando tan sabiamente a tu favor. En tus ojos, Dios ha depositado 100 millones de receptores que te permiten gozar de la magia de los colores, de la luz, de la simpatía de las personas y de la majestad de la naturaleza.
En tus oídos hay 24 mil millones de filamentos que vibran con el viento, con el reír de los niños, con la suave música de las orquestas, con el trepidar
de las aguas espumantes y al escuchar las palabras amables de las personas que estimas. Eres una persona humana, y el ser humano es el único animal que puede hablar, para calmar al airado, animar al abatido, estimular al cobarde y decir... Te amo.
Te puedes mover, no eres un árbol amarrado a una pequeña porción de tierra. Puedes pasear, correr, bailar y hacer deporte. Para ello tienes 500 músculos, 200 huesos y 7.000 nervios, sincronizados para obedecerte y llevarte a donde quieras.
Tus pulmones son los mejores filtros del mundo. A través de 600 millones de alvéolos purifican el aire que reciben y libran a tu cuerpo de desperdicios dañinos.
Tienes un corazón que es una maravilla de la naturaleza. Bombea hora tras hora, 36 millones de latidos al año, año tras año, despierto o dormido, impulsando la sangre Por venas y arterias, que llevan... Más de 2 millones de litros de sangre al año.
Tu sangre es un formidable tesoro. Son apenas 4 litros pero allí hay 22 millones de células sanguíneas, y en cada célula hay muchas moléculas y en cada molécula hay un átomo que oscila más de 10 millones de veces por segundo. Cada día mueren 2 millones de tus células y son reemplazadas por 2 millones más, en una resurrección que ha continuado desde el día que naciste.
En tu cerebro hay 4 millones de estructuras sensibles al dolor, 500 mil detectores táctiles, y 200 mil detectores de temperatura... Ahora pregúntate: ¿Crees que no vale la pena tu vida?
Lo triste es que dedicamos mucho tiempo pensando en lo que nos hace falta y casi nunca nos detenemos a recordar y agradecer lo muchísimo bueno que poseemos.
No solo con respecto a tu cuerpo, aplícalo también a los dones que posees, la familia que te ha tocado, las amistades de las cuales eres dichoso en poseer, las comodidades que disfrutas y hasta las oportunidades que se te han presentado. ¡No veas solo lo que te hace falta, agradece lo que ya tienes!
Has cuentas de tus bienes, y de tus alegrías también. No pierdas tiempo haciendo cuentas de tus males.
Colecciona pensamientos alegres y optimistas, y no se te olvide alejar de tu mente esos cuervos llamados "pensamientos pesimistas" y "recuerdos tristes".
¿Y sabes por qué?... ¡¡¡ Porque vales muchísimo !!!


¿TU QUE REFLEJAS?

Un día llegó un grupo de escaladores a un pueblo semi oculto en las montañas, procedentes de alguna gran ciudad. Ciertamente fue un evento de lo más insólito. No estuvieron allí más de tres horas.
Mientras los montañeros reposaban un poco, una de las muchachas sacó de la mochila un espejito de mano. En unos instantes se vio rodeada de un ejército de niñas pequeñas que la miraban en silencio abriendo y cerrando los ojos con la solemnidad que da el asombro. Nunca habían visto un espejo.
- ¿Qué es eso que tienes en la mano? -le preguntó la más pequeña señalando el espejo con su dedo regordete.
- ¿Esto?... ¡Un espejo! -dijo la muchacha- ¿Nunca has visto uno?
El grupo de niñas negó al unísono moviendo la cabeza y sin separar la vista de aquel objeto maravilloso. Verlas era un espectáculo encantador e incluso la escaladora, acostumbrada a grupos de admiradores, quedó prendida de su sencillez.
- ¡Qué cosas! -dijo- Tú nunca has visto uno y yo no podría vivir sin él... toma, te lo regalo.
Y entregó el espejito a la más pequeña. La niña clavó los ojos en su mano, asombrada, después sonrió y mirando intensamente a la chica le dio un sonoro beso en la mejilla.
Pero después de unos momentos la niña volvió y entregó el espejo.
-¿Qué pasó? -dijo la escaladora- ¿No lo quieres?
-No, es que... ¡en éste sólo aparece mi cara! -respondió la niña- Verse a sí misma todo el tiempo es bien aburrido... ¿no tienes otro donde aparezcan mi papá, mi mamá y mis amigos?
¿Y tú? ¿Qué tipo de espejo te haría feliz?
"Del que se haga como un niño es el Reino de los Cielos".
Quizás valga la pena entregar el espejo que tienes.


TÚ ¿COMO MIRAS?

Un día, al atardecer, un campesino se sentó a la puerta de su casa a tomar el fresco. Pasaba por allá el sendero en dirección al cercano pueblo.
Un hombre que iba de camino, al divisar al campesino sentado pensó para sí: Este hombre es un perezoso. No trabaja, y pasa el día sin hacer nada sentado a su puerta.
Y siguió de largo.
Luego cruzó otro hombre en dirección al pueblo y, al ver al campesino sentado rumió en su interior:
Ese hombre es un mujeriego. Pasa el rato sentado junto al camino para apreciar el paso de las muchachas y alternar con ellas. Y siguió de largo.
Pasó otro viajero en dirección al pueblo y, al ver al campesino sentado junto a la puerta de su casa, reflexión para sí: Este hombre es muy trabajador. Ha trabajado duro todo el día y ahora, al caer la tarde, se toma un merecido descanso.
“La lámpara del cuerpo es el ojo; si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; si tu ojo está malo, todo tu cuerpo está a oscuras” (Mt, 6.22).
Los ojos son la expresión de lo que somos: alegría, tristeza, bondad o malicia. Ellos ponen al descubierto lo que llevamos dentro: codicia, avaricia, envidia…amor. Con la mirada salvamos o matamos.
Cristo, porque era todo amor, curó y sanó a través de su mirada. Miró con cariño al joven que quería seguirle y le dijo: “sólo una cosa te falta” (Mc. 10.21) Los ojos de un niño son la lumbrera de nuestra humanidad. No sólo tendríamos que ver a través de ellos, sino también leer los signos y mirar profunda y contemplativamente al Dios de nuestra salvación. Si los padres pudieran sacar cada día diez minutos para ver de cerca los ojos de sus hijos, sin parpadear, todo el “otro que han perdido”, todos los valores que han despilfarrado, volverían a sus manos. Cuando se acepta la presencia de un niño, su inocencia, y se escucha el palpitar de su corazón, no habrá corazón endurecido que pueda resistir la explosión de ternura y vida.
Quien mira la bondad de Dios, podrá descubrir lo bueno del otro, porque mirará con el corazón de Dios. Tendrá la mirada tierna de un Niño.



TORTITAS PARA PAPÁ

TORTITAS PARA PAPÁ
El pequeño Luis de seis años decidió una mañana prepararles unas ricas tortitas a sus papás para desayunar.
Encontró un gran tazón y una cuchara, acercó una silla a la mesa, y trató de alzar el pesado paquete de harina para abrirlo. Pero la mitad del paquete quedó desparramada entre la mesa, la silla y el suelo. Tomó toda la que pudo con sus manitas y la puso dentro del tazón, y después le puso un poco de leche y azúcar, haciendo una mezcla pegajosa que empezaba a chorrear por los bordes.
Además había ya pequeñas huellas de harina por toda la cocina, dejadas por él y su gatito. Luis estaba totalmente cubierto con harina, y estaba empezando a frustrarse. El quería darles una sorpresa a sus papás haciendo algo muy bueno, pero todo le estaba saliendo al revés. No sabía qué más había que agregar a su pasta, o si había que hornear las tortitas, pues ni siquiera sabía cómo usar el horno.
Cuando miró otra vez la mesa, su gatito estaba lamiendo el tazón, por lo que corrió a apartarlo de la mesa, pero por accidente se volcó el cartón de leche y además se quebraron unos huevos que había sobre la mesa al caer al suelo.
Intentó agacharse a limpiarlo pero se resbaló y quedó con toda su pijama pegajosa, llena de harina y huevo. En ese momento vio a su papá de pie en la puerta. Dos grandes lágrimas se asomaron a sus ojos. El solo quería hacer algo bueno, pero en realidad había causado un gran desastre. Estaba seguro de que su papá lo iba a regañar y muy posiblemente a castigarlo. Pero su papá sólo lo miraba en medio de aquel desorden. Entonces, caminando encima de todo aquello, tomó en sus brazos a su hijo que lloraba, y le dio un gran abrazo lleno de amor, sin importarle llenarse el mismo de harina y huevo.
Así es como Dios nos trata. A veces tratamos de hacer las cosas bien, pero sin quererlo terminamos haciendo un desastre. Nuestra familia se pelea, o insultamos a un amigo, hacemos mal nuestras obligaciones, o desordenamos nuestra vida. Otras veces solo podemos llorar, porque ya no sabemos qué más hacer. Entonces es cuando Dios nos toma en brazos, nos perdona y nos demuestra que nos ama, sin importarle que pueda ensuciarse con nuestra suciedad. Pero por el simple hecho de habernos equivocado, no debemos dejar de preparar algo especial para Dios o para alguien más...Tarde o temprano lo lograremos, y Dios estará orgulloso de nosotros, porque no nos dimos por vencidos.


TODOS SUFRIMOS

Una de las realidades que menos comprendemos es la del dolor. ¿Por qué tengo que sufrir esta enfermedad? ¿Por qué me ha tocado a mí que tengo familia, hijos, posesiones, riquezas?
¿Por qué me ha tenido que venir este dolor en la flor de mis años? ¿Por qué me deja mi novia o novio? ¿Por qué se ha muerto mi padre o mi mejor amigo? ¿Por qué? ¿Por qué?...
Y así podrías ir enumerando todos los porqués que tú quieras. En este día, en el que ves desfilar ante tus ojos imágenes bellas y una música agradable para tus oídos, el dolor parece el contrapunto a todo eso. Y es verdad.
Pero, ¿qué adelantamos o que logramos con tantas quejas y por qué martíllanos nuestra cabeza con tantas preguntas?
Todos sufrimos. El dolor no se comprende. Se combate con el amor.
Sé que no te vale que diga que otros sufren igual que tú. La gran respuesta al tema del dolor que padeces, que padecemos, únicamente se encuentra para los creyentes: en la luz.
Jesús fue un ser de luz. Justamente esa luz le daba una gran serenidad bajo la mirada de su Padre celestial. Otra clave para el dolor te viene dada por el hecho de saber que eres amado por Dios.
Me contaba una pareja de jóvenes que en cada beso que se daban, en cada susurro de sus labios, en cada paso que daban contemplando paisajes, flores de diversos colores, decían siempre: “Dios nos ama. Amemos a Dios”.
De esta forma, comentaban, nuestra vida transcurre por las sendas de este mundo sin sentir el zarpazo del dolor. Todo lo vemos con naturalidad: la salud, la enfermedad y el dolor. Conectamos nuestras pilas con el amor de Dios. Eso es todo. ¡Vive hoy feliz!



TOCANDO VIDAS

El viejecito ocupaba el menor espacio que podía, no quería ser notado ni quería ser una molestia, su necesidad lo orillaba a esa situación. Había quienes se sentían importunados por esa mano arrugada que se extendía con una muda petición de que se le depositara algo. Y muchas veces lo único que recibió fue una mirada desdeñosa.
Por tener que esperar a una persona, estacioné mi automóvil cerca de él y así fue como tuve la oportunidad de observar, cómo un anciano mendigante tocaba la vida de los demás, de manera sutil y discreta. Llegó junto a él, un niño apretando nerviosamente una pequeña moneda, anticipando la sensación de dar, dándole su única posesión y alejándose juguetonamente. Pasó un apurado padre, que lo usó de ejemplo de cómo se ven los roba chicos, para intimidar inútilmente a su revoltoso vástago.
Llegó una viejecita, quien no sólo le dio una moneda, sino que también le obsequió el calor de unas palabras de comprensión y de ánimo, para que se cuidara del frío que sin misericordia se hacía sentir. Un jubilado, pasó junto a él y en su rostro se leyó un agradecimiento a Dios, por la familia que tenía y por el magro cheque que cada mes recibía. Pasó un policía, que se hizo el desentendido, al ver el temor en los ojos de alguien completamente inofensivo, que le recordó a su viejo, prosiguiendo su camino imperturbable. Pasaron como veinte personas y nadie le prestó atención, sumergidas en sus propias necesidades.
Me bajé del auto y me dirigí a él, me miró con desesperanza, por su mente pasó la eminente expulsión, pensando que yo era el propietario del negocio donde él se refugiaba. ¡Señor! - le dije en voz alta, por si no oía bien, ¡Hace frío y voy al restaurante, me permite que le invite algo? Hizo el intento de negarse a aceptar, pero el frío reinante le dio valor para decidirse... Un café y un pan por favor...
Cuando cumplí su pedido, recibí las gracias más sinceras y conmovedoras que he escuchado, me agradecía el haberlo hecho sentir humano, por esa pequeña atención que había tenido con él. Dejó de sentirse en ese momento, un estorbo, un anciano solitario, un despojo que la sociedad inhumana y fría, esperaba impaciente su desaparición. De repente fue un recuerdo traído a su estado actual y se sintió con vida, joven y viril, útil y amado.
Pero lo que más me impresionó no fue ese cambio, sino la sabiduría de sus ojos. ¡Porque él sabía que por unas monedas, tocaba las vidas, con su triste ejemplo! Como se han de imaginar, la persona que esperaba, ya me estaba aguardando impaciente. ¡Nunca volteó a ver al anciano, y concluí que esa lección, sólo era para mí!