martes, 21 de junio de 2011

LA BOLETA DE CALIFICACIONES

Era miércoles, 8:00 a.m., llegué puntual a la escuela de mi hijo.
- No olviden venir a la reunión, es obligatoria- fue lo que la maestra escribió en el cuaderno del niño. ¡Pues qué cree la maestra! ¿Cree que podemos disponer del tiempo a la hora que ella diga? Si supiera qué importante era la reunión que tenía a las 8:30 a.m., de aquí dependía un buen negocio y… ¡tuve que cancelarla!… Ahí estábamos todos, papás y mamás, la maestra empezó puntual, agradeció nuestra presencia y empezó a hablar. No recuerdo qué dijo, mi mente estaba pensando cómo resolver lo de ése negocio, probablemente podríamos comprar una nueva televisión con el dinero que recibiría.
- ¡Alfonso Rojas!… escuché a lo lejos. ¿No está el papá de Alfonso Rojas? -dijo la maestra-.
- Sí, sí, ¡aquí estoy!, contesté pasando a recibir la boleta de mi hijo. Regresé a mi silla y me dispuse a verla. ¿Para esto vine? ¿Qué es esto?… La libreta estaba llena de seis y sietes. Guardé las calificaciones inmediatamente, escondiéndola para que ninguna persona viera las porquerías de calificaciones de mi hijo. De regreso a la casa aumentó más mi coraje a la vez que pensaba…., ¡si le doy todo! ¡Nada le falta ¡Ahora sí le va a ir muy mal!… Me estacioné y salí del carro, entré a la casa, abrí la puerta y grité: - Ven acá Alfonso!!! Alfonso estaba en su recámara y corrió a abrazarme. - ¡Papi!…
- ¡Qué papi, ni que nada!- Lo retiré de mí, me quité el cinturón y no sé cuantos latigazos le di, al mismo tiempo que decía lo que pensaba de él. ¡¡¡¡ Y te me vas a tu cuarto!!! – terminé.
Alfonso se fue llorando, su cara estaba roja y su boca temblaba. Mi esposa no dijo nada, solo movió la cabeza negativamente y se fue… Cuando me fui a acostar, ya más tranquilo, mi esposa me entregó otra vez la boleta de calificaciones de Alfonso, que estaba dentro de mi saco y me dijo: - Léela despacio y después toma tu decisión…
Ésta decía así:
¡Él me había puesto seis y sietes, a mí! Yo me hubiese calificado con menos de cinco… Me levanté y corrí a la habitación de mi hijo, lo abracé y lloré…Quería regresar el tiempo, pero era imposible… Alfonsito abrió sus ojos, aún estaban hinchados por sus lágrimas, me sonrió, me abrazó y me dijo: ¡te quiero papi!, después, Cerró sus ojos y se durmió.


No hay comentarios:

Publicar un comentario