martes, 21 de junio de 2011

DOÑA ANITA Y SU BILLETE

Un día al ir a pagar sus verduras, doña Anita notó que le faltaba el billete de 1.000 pesos de su pensión. Por más que buscó no pudo encontrar su billete, por lo que en la cabina del ascensor puso una tarjetita en que anunciaba que si alguien había encontrado un billete de 1.000 pesos que hiciera el favor de devolvérselo.
Fue a misa, pero no podía orar. Cuando el sacerdote comenzó el “Yo pecador” se acordó de la viuda alegre, su vecina, que acababa de estrenar un bolso de cuero. ¡Ahí estaban sus 1.000 pesos! Mientras leía el Evangelio se acordó de las dos jóvenes del tercer piso, de vida muy licenciosa y recordó que aquella noche habían llegado más tarde que de costumbre. Al recitar el ofertorio vino a su mente el carnicero su vecino del segundo piso. ¡En qué habría invertido él ese dinero! En la consagración le tocó el turno a Don Fernando y hasta el final de la misa fueron desfilando todos sus vecinos como posibles apropiadores de su dinero.
Sólo cuando al regreso, al entrar en su departamento tropezó doña Anita, y, al caérsele el misal, salieron de él doce estampas y un billete de 1.000 pesos se dio cuenta de su necedad.
Y cuando se disponía a salir a hacer sus compras llamó a su puerta la viuda alegre que la víspera había encontrado un billete de 1.000 pesos en el ascensor. Cuando ella se fue llamaron las dos chicas del piso tercero que también habían encontrado en la escalera 1.000 pesos. Luego fue el carnicero con diez billetes de cien que se había encontrado. Después Don Fernando y una decena más de vecinos, porque - ¡hay que ver qué casualidades! – todas habían encontrado billetes de 1.000 pesos en la escalera.
Y mientras doña Anita lloraba de alegría, se dio cuenta de que el mundo era hermoso y la gente era buena, y que era ella quien ensuciaba el mundo con sus sucios temores.

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