martes, 21 de junio de 2011

¿POR QUÉ YO?

Sonó un despertador en el dormitorio del alcalde de Panfilia. Su señoría. ¡Ya son las siete! ¡Las siete…Hoy no…! Y después de todo, por qué yo, que lo haga otro. La luz volvió a apagarse. Pero algo cómo un reguero de pólvora recorrió la ciudad. “Barrido y limpieza” suspendió su trabajo, y muchas bolsas negras quedaron en su lugar.
Los empleados municipales, decretaron día franco. La policía colgó sus armas y cada uno se fue a tomar café calientito a su respectivo hogar. Y así todos, uno a uno se fueron para su casa. En un paredón grande quedó escrita la frase que había recorrido toda la ciudad: “¿Por qué YO? ¡QUE LO HAGA OTRO!” Al principio todos sintieron un gran alivio. ¡No más impuestos! ¡No más obligaciones! ¡No más oficina! Cuando llegaron estas noticias a la Capital, el Senado se reunió en sesión extraordinaria para tratar el caso Panfilia. Se declaró a Panfilia en estado de emergencia y se resolvió pagar los sueldos a todos hasta que pasara la situación. Cuando llegaron los decretos a la ciudad, todos los recibieron como un gran triunfo. ¡Panfilia era la primera ciudad que viviría sin trabajar! Pero el tiempo, que es un juez terrible e inexorable, no les iba a dar la razón, Lo primero que cerró fue la escuela. No había maestros. A la segunda semana cerró el “Club amigos de Panfilia” Ya no había amigos. La gente de pocos recursos dejó Panfilia en busca de corazones más generosos. Los jóvenes se fueron, porque donde no hay ideales para vivir los jóvenes están demás. Y ese fue el triste fin de Panfilia, la ciudad sin vocación, porque donde los hombres no tienen una misión que realizar se sienten fuera de lugar, extraños aun en la propia casa
Ante la realidad que presenta nuestra humanidad, no nos podemos cruzar de brazos, ni podemos decir fríamente: ¿Por qué yo? ¡Que lo haga otro! Tenemos que cambiar estas cifras. 65 millones de latinoamericanos viven en condiciones de absoluta pobreza. 500 millones tiene poco o ningún acceso a los servicios médicos. Cada noche 650 millones de personas se acuestan con hambre en Asia y África. Cada año mueren de hambre más de 19 millones de niños en el mundo. 5 millones de personas mueren cada año por desnutrición. Unos 1.000 millones de personas en Asia, África y América Latina, casi la cuarta parte, viven en condiciones infrahumanas. Miles de nuestros antepasados se comprometieron con su vida y sus sacrificios. Sin embargo hay millones de personas que no tienen cubiertos los derechos más elementales. Se necesitan más mártires que puedan cambiar la faz de la tierra. El Católico, metido en el corazón del mundo, impregnado del Evangelio, tendrá que hacer de este mundo y de sus estructuras un lugar habitable donde todos sean hijos de Dios, y por lo tanto, hermanos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario