martes, 21 de junio de 2011

NOS JUSTIFICAMOS…

Realmente es increíble el número de personas que tratan de justificar sus errores con base en los defectos de los demás. "Ah, yo no hago el bien porque ninguno lo hace". "Yo no voy a la Iglesia, aquél va a allá y, cuando llega a la casa, le pega a su mujer". "Aquél va a la misa y durante la semana se la pasa hablando mal de los demás. "Aquél otro...". Y así sucesivamente.
Está claro que esto no es una actitud correcta de cristiano, pero me hace recordar lo siguiente: Un monje viajaba en un autobus y, a su lado, se sentó un señor. Luego de haber viajado un poco aquel señor comenzó a conversar con el monje y, después de cierto tiempo, le dijo:
-Mire, monje, yo soy cristiano, pero no voy a la Iglesia de ninguna forma, pues allá sólo va gente que finge. Son todos unos hipócritas.
Y el monje con toda la calma le respondió:
- No hace daño, amigo, siempre hay sitio para más de uno.
Lo importante no es quedarse mirando cómo viven los demás, sino buscar uno mismo la vida correcta, honesta y auténtica.
Cuentan que uno de los monjes del monasterio de Sceta cometió una falta grave, y llamaron al ermitaño más sabio para que se ocupara de juzgarlo.
El ermitaño se negó, pero insistieron tanto que terminó por aceptar. Antes, sin embargo, tomó un balde y lo perforó en varias partes; después, lo llenó de arena y se encaminó para el convento.
El superior, al verlo entrar, le preguntó qué era aquello.
-Vine a juzgar a mi prójimo –dijo el ermitaño. –Mis pecados se van escurriendo detrás de mí, como la arena se escurre de este balde. Pero, como no miro para atrás, y no me doy cuenta de mis propios pecados, ¡aquí estoy para juzgar a mi prójimo!
Los monjes, en ese mismo momento, desistieron del castigo.



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