martes, 21 de junio de 2011

NOS HACE FALTA UNIDAD

En África es conocida esta fábula. Se cuenta que un día, un elefante con su larga trompa, y un tordo en su lindo plumaje, discutían cual de los dos podía escucharse más lejos en la selva. El elefante produjo un ruido estrepitoso que repercutió en lo más profundo. Mientras tanto, el tordo saltaba y gorjeaba de rama en rama. Acordaron, pues, competir. Establecieron los términos y fijaron la fecha. Mientras que el elefante descansaba confiado de su victoria, el tordo se fue por la selva, suplicó a las aves de su misma especie, que en la mañana de ese día, tan pronto escucharan su canto, lo repitieran una y otra vez, como en una cadena. Todos prometieron hacerlo. Llegada la hora, el elefante levantó su poderosa trompa, lanzó un gemido que estremeció toda la tierra, los árboles se sacudieron y el eco retumbó bien lejos. Tan pronto terminó el elefante, el tordo se paró en una rama, llenó su minúsculo pecho y empezó a cantar. En todos los lugares y en todas las direcciones empezó a escucharse su canto, que se transmitía, como en cadena, por los demás tordos. De manera que cuando los jueces fueron a dictaminar quién había resultado vencedor, encontraron que no el eco sino la misma voz del tordo se había dejado oír más allá que la del elefante.
Hemos nacido para caminar unidos, formando una sola familia. La unión hace la fuerza y gracias a ella los pequeños pueden hacer llegar su voz más lejos que los grandes.
¿Por qué se juntan, se asocian y conviven las personas? Uno de los principales grupos humanos es la familia. Unidos por la misma sangre forman un hogar donde el fundamento es el amor y la ayuda entre todos.
Se reúnen, también, los diferentes círculos de amigos, de científicos, de gente con los más diversos intereses.
A los cristianos nos une la fe en Jesús, que es el camino por el que se ha de llegar al Padre. En este nuevo grupo sólo hay un dogma: Dios es el Padre de todos y, por consiguiente, todos los que creen en El forman una comunidad de verdaderos hermanos, donde no hay diferencias de clases ni de colores.
Las características de esta fraternidad cristiana son:
Personas: convertidas al Señor, con una fe viva en Jesús, con un corazón nuevo para formar un orden nuevo.
Llenos del Espíritu: sólo el Espíritu congrega, forma, da vida y crecimiento a la comunidad.
Se sienten responsables y se edifican los unos a los otros, compartiendo: poniendo al servicio de los demás todo lo que son y lo que tienen, ya que son un solo corazón.
Caminar en comunidad no es fácil, pues existe la tentación de querer caminar en solitario. Caminar en grupo, en comunidad cristiana, exige escuchar la voz del maestro y estar unido a El (Jn.15), para que su voz pueda ser escuchada no sólo en la selva, sino en todos los confines del mundo.
Los primeros cristianos “perseveraban en oír la enseñanza de los apóstoles, y en la unión, en la fracción del pan, y en las oraciones…
Todos los que creían vivían unidos, teniendo todos sus bienes en común…
Partían el pan en las casas y tomaban su alimento con alegría y sencillez de corazón…(Hech. 2.42-47).



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