martes, 21 de junio de 2011

LA CAJA DE AHORRO QUE NO VEMOS

Juan se encontró en la calle con un conocido y lo saludó:
Hola, ¿Cómo estás? La respuesta fue:
Mal, todo mal, ¿cómo quieres que esté con toda esta historia de los problemas económicos y demás?
Juan reflexionó y luego preguntó: ¿Con quién desayunaste hoy?
Con mis hijos. ¿Y después?
¿Después qué?, Después fui a la oficina.
¿Anoche cenaste antes de dormir?
Claro que cené. No iba a ir a la cama con el estómago vacío.
¿Y dónde dormiste? En mi casa, en mi cama.
¿Y con quién?
¿Con quién iba a ser? ¡Con mi mujer, por supuesto!
!¿Qué es todo este interrogatorio¡?
Nada, nada. Déjame recordar: o sea que cenaste, dormiste en tu cama, junto con tu mujer, desayunaste con tus hijos, fuiste a tu trabajo. ¿Y todo, todo está mal? ¿Todo mal?
Este diálogo real muestra la dimensión que cobraron en nuestra vida, palabras como: situación económica, dólar, transferencia, caja de ahorro, plazo fijo y tipo de cambio.
Ocupan todos los espacios, están en sueños, planes y pesadillas; hoy y aquí es imposible hablar sin mencionarlas. Y en ese párrafo se perdió, se postergó o se olvidó un instrumento esencial para la calidad de nuestra vida: la caja de ahorro AFECTIVO.
Esta cuenta no se abre en ningún banco y tiene la ventaja de que no puede ser incautada ni confiscada. Una cuenta de ahorro afectivo es la que tiene como titulares únicos e irremplazables a aquellas personas que conforman y construyen un vínculo de tipo emocional (una pareja, padres e hijos, amigos). Los titulares depositan en ella su capital de afecto, cariño y amor, y se comprometen a destinar ese monto a una finalidad común.
Esa finalidad puede ser la construcción de puentes de confianza, o la creación de un espacio de intimidad, o la preservación de la armonía, o el impulso para el desarrollo mutuo y acompañado de las mejores potencialidades de cada uno, o el crecimiento espiritual compartido,
o el aprendizaje vivencial y mancomunado del respeto.
No me parece ni ingenuo ni secundario apelar en estos días a las cajas de ahorro afectivo, a reforzar los lazos sentimentales, a confiar y acudir a las redes emocionales en las que estamos involucrados.
Con pareja, hijos, padres, amigos y con todos los afectos que nos unen con ellos, tenemos la opción de crear otros temas de conversación, otras perspectivas de la vida y nuevos proyectos existenciales. Para algunos de ellos, tal vez sea necesario el dinero, pero no sólo el dinero.
Pongamos nuestro interés allí.



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