martes, 21 de junio de 2011

LA BUSQUEDA DE DIOS

Una muñeca de sal recorrió miles de kilómetros de tierra firme, hasta que, por fin, llegó al mar. Quedó fascinada por aquella móvil y extraña masa, totalmente distinta de cuanto había visto hasta entonces. “¿Quién eres tú?, le preguntó al mar la muñeca de sal. Con una sonrisa, el mar le respondió: “Entra y compruébalo tú misma” Y la muñeca se metió en el mar. Pero, a medida que se adentraba en él, iba disolviéndose hasta que apenas quedó nada de ella. Antes de que se disolviera el último pedazo, la muñeca exclamó asombrada: “¡Ahora ya sé quien soy!”
Jesús recorrió miles de kilómetros buscando a sus discípulos, a los pobres, a los pecadores, a los enfermos, a los desamparados…A su vez, la muchedumbre, Zaqueo, la Samaritana, “todos” le buscaban a él, porque le necesitaban. Hoy, también habemos muchos buscadores de Dios, que como la muñeca de sal, vamos por todos los caminos gritando: “queremos ver a Jesús”. Pero quizá la gente de hoy no lo encuentre, porque va demasiado deprisa. En esta carrera alocada, no piensa en grandes ideales, en orar, en rastrear con paciencia y perseverancia la huella de Dios, en adentrarse en El, en dejarse empapar totalmente y desaparecer…
Necesitamos de aquellas personas que, habiéndose encontrado con Dios, vuelvan con el rostro radiante de alegría, fortaleza y divinidad, como el de Moisés cuando bajó del Sinaí.
San Juan de la Cruz dice que para salir en búsqueda de Dios, hay que tener grandes deseos, estar bien motivado y tener mucho amor, porque el amor es lo que pone en movimiento toda la vida y lo que da sentido a cada acción humana.
¿Dónde está Dios, dónde está tu Dios? Muchos le buscan fuera, y no le encuentran, porque está dentro. Nuestro Dios es un Dios cercano, muy presente en nuestras vidas. El descubrir a Dios escondido dentro de nosotros mismos, nos lleva a reconocerlo, escondido o disfrazado, en los otros. La persona humana es el libro abierto de Dios.
Que tu alegría, Jesús brille en nuestros rostros. Enséñanos a ser alegres como tú.
Alegres porque tanto nos amó el Padre que te envió para nuestra salvación.
Alegres porque has venido, has compartido nuestras penas, y nos has dado la mayor prueba de amistad.
Alegres porque siempre estás con nosotros, presente en nuestra historia.
Alegres porque nos estás preparando un lugar en el que podamos compartir plenamente tu gozo.
Concédenos, Jesús, la felicidad de entregar nuestras vidas al servicio de los demás.
Y que nuestro compromiso por los marginados sea nuestra mayor fuente de felicidad.
Concédenos la felicidad de los pobres con Espíritu, con hambre y sed de justicia.
Danos esa felicidad que sólo tú sabes dar en medio de incomprensiones y persecución.
Que las pruebas y persecuciones, llevadas en la alegría del Espíritu,
nos ensanchen el corazón y se conviertan en riqueza de generosidad para con todos.
Tú que eres nuestro único bien, Señor, nos haces entrever perspectivas de gozo eterno.
pues sabemos que cuando nos encontremos cara a cara, nuestro corazón se llenará de un gozo inenarrable,
que nadie podrá ya sacarnos jamás. Sabemos que en todo triunfaremos gracias a la fuerza de tu Amor.



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