martes, 21 de junio de 2011

EL COMPLEJO DE “JENCHITO”

Cuando tenía 10 años visitando la casa de mis abuelos maternos en vacaciones de verano, viví una de las más recordadas anécdotas de mi vida porque la experiencia que se presentó hizo que durante muchos años creciera entre mi madre y yo una barrera de incomprensión y resentimiento.
Resulta que en esa reunión coincidimos con la familia de mi prima Elsita, una primita que yo quise mucho y que en esos años nos veíamos como hermanos, nos escribíamos cada mes, (en ese tiempo era lo más común escribirse aunque las cartas tardaban muchos días en llegar), y cuando nos veíamos nos deshacíamos del gusto de vernos así que ese día no fue la excepción.
Cabe mencionar que en ese tiempo mi padre y mi madre traían para variar unas “broncotas” que para que te cuento.
En la casa de los abuelos había un árbol de granadas que en esa época lucia esplendoroso pero las granadas que le quedaban ya no las podíamos cortar porque estaban de la mitad para arriba del dichoso árbol, y a mi linda primita se le antojó una, yo como todo caballero me ofrecí a bajar un sabroso fruto para mi bella Elsita, y se me ocurrió, porque así era más fácil, subir al techo de un cuartito que estaba pegado al árbol y desde ahí brincar para agarrar una granada y caer de pie con el fruto en la mano, así lo hice, solo que le calculé mal y en lugar de una granada agarré una rama y caí con ella y sus granadas, en medio de un ruido colosal, a los pies de mi asustada prima.
“Jenchito”, así le decimos de cariño a mi madre, llego corriendo hacia donde yo había caído, pero en lugar de juntarme y curar mis heridas, arremetió contra mí y con un cable que agarró no sé de dónde, me pegó a diestra y siniestra mientras me gritaba que entre mi padre y yo la íbamos a matar de coraje y que ella no sabía por qué Dios le había mandado semejante castigo con nosotros. Me pego hasta que ella “descansó”. Lo triste de esto, es que no me pegó para que yo aprendiera la lección sino para desquitar su frustración de la mala relación que llevaba con mi padre. Este hecho hiso que me diera cuenta que nada mas la primera paliza duele y después uno se “acostumbra” a los golpes. Que tristeza.
Así que mi querido lector el mensaje de hoy es para que ames a tu familia y no descargues en ella tus frustraciones que se te pueden revertir tarde o temprano.
No sé cómo le llamen los psicólogos a lo que yo llamo el complejo de “Jenchito” pero lo que sí sé, es que todo tiene solución si acudimos con la persona correcta.
Por cierto mi querido lector no creas que sigo con el resentimiento a mi madre, a ella la amo, solo que quise ponerte alerta para que no te pase lo mismo que a nosotros. Que Así sea.


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