martes, 21 de junio de 2011

DIOS DIJO NO

Le pedí a Dios que me quitara mi orgullo, y dijo "NO". Me dijo que no era algo que Él tuviera que quitarme, sino que yo tenía que entregar. Le pedí a Dios que me concediera paciencia, y dijo "NO". Me dijo que la paciencia es fruto de la tribulación, no se concede se conquista.
Le pedí a Dios que me diera felicidad, y dijo "NO". Me dijo que Él da bendiciones, que la felicidad depende de mí. Le pedí a Dios que me evitara el dolor, y dijo "NO". Me dijo que el dolor y el sufrimiento me apartan de las preocupaciones mundanas y me acercan más a Él.
Le pedí a Dios que me hiciera crecer mi espíritu, y dijo "NO". Me dijo que debo crecer personalmente, pero que Él me podía de vez en cuando podar. Le pregunté a Dios si me amaba, y dijo "SI". Me dijo que había dado a su único HIJO y que había muerto por mí, y que un día estaría en el Paraíso porque tengo FE. Le pedí a Dios que me ayudara a AMAR a otros, como Él me ama, y dijo: "POR FIN ESTÁS COMENZANDO A ENTENDER"
Y AHORA ¿QUE VES? Cierto día, el Cardenal Weisman discutía con un inglés utilitarista sobre la existencia de Dios. A los argumentos del gran sabio, respondía el inglés con mucha flema: “No lo veo, no lo veo”.
Entonces, el Cardenal tuvo un rasgo ingenioso. Escribió en un papel la palabra “Dios”, y colocó sobre ella una moneda:
-“¿Qué ves?” –le preguntó. -“Una moneda” –respondió.
-“¿Nada más”? – insistió el Cardenal.
Muy tranquilo, el Cardenal quitó la moneda, y preguntó:
-“Y ahora, ¿qué ves?”
-“Veo a Dios” –respondió el inglés.
-“¿Y qué es lo que te impide ver a Dios?” –le preguntó de nuevo el Cardenal.
Y el inglés se calló como un muerto. Porque el dinero, a veces, nos impide ver a Jesús.


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