martes, 21 de junio de 2011

ADAN NO TUVO MADRE

La joven madre puso el pie en el sendero de la vida.
¿Es largo el camino? Preguntó. Y el guía le habló así: si y es un camino difícil, pero el final será mejor que el principio. Sin embargo, la joven madre era feliz y no creía que pudiera haber nade mejor que esos años. De modo que jugó con sus hijitos, recogió flores para ellos por el camino, se bañó con los niños en las claras corrientes y gritó: ¡Nada será jamás mejor que esto!
Llegó la noche y la tormenta. Los niños se agitaban temerosos y helados. Su madre los recogió en sus brazos y los cubrió con su capa y los niños dijeron: Mamá, no tenemos miedo porque tú estás con nosotros y nada malo puede ocurrirnos.
Llegó la mañana y vieron una colina ante ellos. Los niños subieron y se cansaron. Cuando llegaron a la cima dijeron: Madre, no podríamos haberlo logrado sin ti. Al día siguiente surgieron unas nubes extrañas que oscurecieron la tierra, nubes de guerra, odio y maldad, pero su madre dijo: Alzad los ojos a la luz. Los niños miraron a lo alto y sobre las nubes vieron una gloria eterna que les guió y les llevó más allá de la oscuridad. Y esa noche la madre dijo:
Este es el día mejor de todos, ya que hoy les he mostrado a Dios a mis hijos.
Al final de sus días la madre dijo: He llegado al final de mi camino. Y ahora sé que el final es mejor que el principio, pues mis hijos ya saben caminar solos.
Y los hijos dijeron: Tú siempre caminarás con nosotros madre.
En el niño se van marcando todos los comportamientos, palabras y actitudes de la madre.
“Ser madre es responsabilizarse del crecimiento del niño; dejarle seguir su camino cuando llegue la hora; permitirle que tome sus propias decisiones; hacerle ciudadano del mundo;
potenciar sus cualidades; proporcionarle un ambiente de confianza;
encauzarle hacia la autoestima; mostrarle los caminos de la trascendencia.”
La madre dedica todo el tiempo a su hijo y da por él la vida. Tanto se ha ensalzado la labor de la madre, que Unamuno llega a decir: “Adán pecó porque no tenía madre” y el “hijo pródigo abandonó la casa de su padre, porque faltaba el calor de la progenitora de sus días.”
Dios es padre y es madre. El se acomoda a cada persona, a su modo de ser, a su caminar. San Juan de la Cruz dice que Dios, ordinariamente va criando y regalando a la persona humana “al modo que la amorosa madre hace al niño tierno, al cual al calor de sus pechos, le calienta, y con leche sabrosa y manjar blando y dulce lo cría y en sus brazos lo trae y regala”. A medida que el niño va creciendo, le irá dando el alimento adecuado.


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